lunes, 2 de mayo de 2011

¡Hay motín, compañeras! **

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Autor: Alberto Miralles.
Intérpretes: Alfredo Alba, Ana Soriano, Karola Eskarola,
Elvira Travesí, Gemma Cuervo, Pepa Sarsa, Eva Higueras,
Yolanda Farr. Elena Maurandi.
Iluminación: José Luis Rodríguez.
Escenografía y vestuario: José Miguel Ligero.
Dirección: Ángel García Moreno.
Teatro: Fígaro. (12.7.2002)
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Una de mujeres

Hace unos años, Alberto Miralles estrenó Comisaría especial para mujeres. Hacía una incursión allí sobre la condición de la mujer marginada en el espacio que ya su propio título indica. Ahora ha llegado más lejos, y nos introduce en una prisión para mujeres, mostrarnos su marginalidad, su potencia humana, su rebelión. Lo que se denuncia es, por una parte, el propio sistema penitenciario; por otra, la despreciable función de los medios de comunicación, al menos en este caso: una famosa presentadora (Gemma Cuervo) que desea lograr el programa estupendo a base de unas mujeres amotinadas ante la precariedad de sus condiciones de vida, y una creativa publicitaria (Ana Soriano) que pretende un publirreportaje para promocionar una marca de leche.
    Con tales mimbres compone Miralles su cesto. Es obra brillante, comprometida, como no podía ser de otra forma en él. También muy coral, un peligro para el autor porque mantiene a todos los personajes encerrados en esa cárcel sórdida, pero que a veces no sabe bien lo que hacer con ellos. Creo yo que faltan acciones secundarias, intervenciones más grupales, mientras que él hace enfrentamientos entre personajes –la carcelera, la líder, etc.- de las que da la impresión de dejarlas olvidadas durante demasiado tiempo mientras las demás platican dos a dos o tres a tres. Para decirlo de una vez, hay como una deficiencia de eso que llamábamos gestus colectivo, y ante ese defecto –que no se aprecia en la lectura del libreto (Fundamentos, 2001)-, el director encuentra dificultades para mover a personajes a los que el autor elimina intermitentemente. Creo yo que esta función necesitaría de una revisión con el autor para convertirla en algo grande, para que no se quedara a medio camino con defectos incomprensibles en este autor.
    El reparto, como suele suceder cuando predominan las mujeres –que son quienes mejor fingen-, es impecable. Energía en Gemma Cuervo –que la noche del estreno denotaba falta de ensayos: lo corregirá enseguida, seguro-, talento y belleza en Ana Soriano, perfecta como siempre; Pepa Sarsa, con mucho desparpajo y valentía en una de las presas; muy bien Eva Farr, la capitana de estas desheredadas; como Karola Eskarola o Eva Higueras, la gitana que sufre alucinaciones. Ya queda dicho que el plantel es espléndido, y que la obra, desde su origen, plantea ciertos problemas que hemos señalado más arriba.
    Ante un decorado de excelente ambientación –vetusta cárcel, asfixiante ambiente-, ha dirigido la función Ángel García Moreno, con su talento de siempre, con su sensibilidad reconocida desde hace tantos años. No se asusten: la función está plagada de humor, que, como señala su autor, es un procedimiento para mostrar los dramas. Yo creo que autor y director deberían hablar para corregir ciertos desaciertos y lograr una obra magnífica.
Enrique Centeno

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