jueves, 31 de diciembre de 2009

Nada es casual (3) ●

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Autor: A.J. (Alberto Jiménez (?))
Intérpretes: Jorge Cuenca, Alberto Jiménez,
Luis Latovce, Ascen López, Lourdes Mas.
Músicos: Antonio Gómez, Nati Granados, Abtin Shamsaifar.
Escenografía: Mónica Rhüle.
Dirección: Alberto Jiménez, Rosa Manteiga.
Teatro: Sala Cuarte Pared. (5.7.2007)
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El título de este Nada es casual, hace suponer que se refiere a una trilogía de A.J., cuyas iniciales deben pertenecer al propio autor y director de esta obra.
Hay una soga colgada en algún sitio –en una altura- y un trampolín; uno corre, otra salta a la comba y se columpia; luego, con ciertas acciones, un hombre se va quejándose y se encuentra con su padre, y ambos se dirigen frases, en monólogo inconcretos. Poco a poco, van envolviéndose con un ancho film, como el que los tenderos utilizan para los alimentos. Una especie de michelín que les va permitiendo añadirle tomates -sí, tomates- para, finalmente, tirarse al suelo donde revientan como tripas. Esta es la original idea.
La obra busca la ruptura con un estilo copiado a otro autor que conocemos -con pánico-, para conseguir un efecto pretendidamente escandaloso o violento. No debemos calificarlo como cruel, para no confundirlo con el Teatro de la Crueldad, de Artaud. Les encanta permanecer fuera de la realidad y la ausencia de reflexiones o compromisos. Este sistema ya se viene haciendo. Y contienen cierto sentido al intentar la protesta o rebeldía contra nuestra sociedad. Suelen escribir o montar – lo llaman “propuesta”- estas obras incapaces de hacer un simple monólogo teatral. Ya sabemos que la acción, construcción, diálogos o silencios son términos abiertos y creados por los grandes autores de los años 30 a los 50. Otra ausencia en esta función es la necesaria interpretación de actores. Hay también aquí tres músicos, que desde un lateral hacen un pom-pom-pom con sus tambores de procesión o navideños.
La idea le ha debido surgir a A.J. sin duda para expresar sus ansias o preocupaciones. En todo caso, no ha sabido cómo representarlo en un escenario. Es esto chocante, porque nos referimos a un buen actor que ha salido a escena con obras de Ionesco, Valle-Inclán, Williams y otros. Pero no es lo mismo interpretar a los autores que pretender, sin más, organizar un texto, sus diálogos, desarrollo, final, texto interior, etc. El resultado de esta función el lamentable.
Enrique Centeno

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