martes, 8 de septiembre de 2009

Don Gil de las calzas verdes ***

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Autor: Tirso de Molina.
Versión de E. Vasco.
Intérpretes: Juan Meseguer, Montse Díez, Joaquín Notario,
José Luis Santos, Miguel Cubero, César Sánchez,
Pepa Pedroche, Toni Misó, Elena Rayos, Ione Irazábal,
Paco Paredes, Emilio Buale, Jordi Dauder,
Javier Mejía, Jorge Gurpegui, Rodrigo Arribas,
Xavi Montesino.
Arpa: Sara Águeda.
Iluminación: Ángel Camacho.
Escenografía y vestuario: Carolina González.
Música: Alicia Lázaro.
Dirección: Eduardo Vasco.
Teatro: Pavón (CNTC). (6.10.2006)
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El mismo día de este estreno, se ha hecho pública la concesión del Premio Nacional de Poesía a Caballero Bonald. Fue él quien, en 1994, hizo la adaptación de Don Gil de las calzas verdes, que le pidió Adolfo Marsillach, quien también encargó otros textos a grandes escritores –Francisco Ayala, entre otros- para su Compañía Nacional de Teatro Clásico (CNTC). El montaje fue, sin duda, uno de los extraordinarios espectáculos de aquellos tiempos. Precisamente, ahora que se recuerdan los 20 años de la Compañía, no repondrá ninguno de los grandes montajes, de los que se conservan todo se material. El actual director, Eduardo Vasco, repite este título despreciando aquella adaptación, publicada por la CNTC. Y vuelve así esta divertida comedia, este enredo donde, una vez más, Tirso de Molina crea la fantasía de amores y su repetida defensa a la mujer; y de nuevo, con la mujer vestida de hombre, ese disfraz sugerente, un travestismo que entrevé, suavemente, incluso el lesbianismo.
En el escenario se ha montado de manera destacada, una copia del retrato de aquel religioso mercenario, que parece, desde su mirada, reír en sus propias cuartillas versos que escribe fuera de sus templos. A la salida del teatro Pavón, en este viejo barrio mirábamos, a cien metros, al vecino bromista Fray Gabriel Téllez, hijo de padre “incógnito”. Si preguntáis a un estudiante de bachillerato acerca de Tirso, lo que ven por sus libros de texto, les responderán sin vacilar: “Tirso de Molina es una estación del Metro”. Tendrían que entrar al teatro de la CNTC a ver Don Gil de las calzas verdes para conocer algo sobre el Siglo de Oro; aunque no deberían acudir a muchas otras obras de la programación, donde se cambian los textos, la versificación, la huída de su época, los ambientes, el esteticismo social y los temas.
En el lejano montaje al que nos referíamos al inicio de estas líneas, hubo un reparto inolvidable. Y se confirma en este de hoy la capacidad de nuestros tantos actores, todavía magníficos, que tendríamos que admirar continuamente. Pero la mayor parte de los empresarios los abandonan para sustituirlos por los “famosos” de las series televisivas. Podrá el espectador disfrutar y a muchos de ellos, como a Juan Meseguer, a la magnífica Montse Díez en su brillante juego y las dobles voces de Don Gil, o a Joaquín Notario, citados por orden de intervención. Correcta versificación –cortes-, fuertes voces de personajes: no siempre comunes en nuestro teatro. Incluso a pesar de que la dirección ayuda pero no enriquece el movimiento, se mantiene la estética tendente a la inmovilidad. También con un precioso vestuario, de Lorenzo Caprile, y músicas adaptadas o tomadas de entonces por Alicia Lázaro. La escenografía y el vestuario son de Carolina González, con bellos telones, cuadros, fondos y suelos. Históricamente, grandes pintores intervinieron en telones de fondo. Fueron aplicándose nuevos estilos, diferentes formas sobre la puesta en escena, desde el impresionismo o el expresionismo, en volúmenes dentro del revolucionario Arte Total. El espacio se diseña en este Don Gil de las calzas verdes sin mobiliarios, utilería, atrezzo, interiores, nivel o alturas. Recordemos que el cambio escénico dió origen al nuevo teatro desde principios del siglo XX (Adolph Appia) en Alemania o Rusia. El nuevo arte tardó medio siglo en incorporarse a España. Y esta CNTC a veces parece haber regresado al XIX, basándose únicamente en la limpia interpretación, colocándolos alineados, en filas frente al público. A buenas horas, mangas verdes.
A pesar de la verosimilitud de la puesta en escena, tanto el ritmo, como los actores, ofrecen un estupendo espectáculo, una fiesta con la broma y la fantasía poética de Tirso.
Enrique Centeno

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