martes, 2 de junio de 2009

Edipo Rey, Edipo en Colono, Antígona ***

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Autor: Sófocles. (Traducción al francés de Daniel
Loayza, pasada al español por Eduardo Mendoza).Intérpretes: Eusebio Poncela, Pedro Casablanc, Miguel Palenzuela,
Rosa Novell, Luis Hostalot, Laia Marull, Noelia Benítez, Fernando
Sansegundo, Críspulo Cabezas.
Escenografía y vestuario: Jean-Pierre Vergier.
Dirección: Georges Lavaudant.
Teatro : El Matadero. Madrid (28.5.2009)
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Esta trilogía se desarrolla en un espacio en cuyo centro se ha instalado una tarima que se utiliza, en ocasiones, para los actores. Pero, sobre todo, para proyectar en su pantalla –una sábana blanca que sube y baja- imágenes grabadas, fotografías o tomas de video con primeros planos de los personajes.
Unas sillas tapizadas y vacías se sitúan ante el supuesto ara donde se dirige al pueblo -ausente- el sagrado Sacerdote. Es el sermón donde se inicia la trilogía con Edipo Rey. En otra pantalla fija, en la esquina del fondo, vemos imágenes actuales: la guerra y sus cadáveres en calles centroeuropeas que representan el dolor de los enfrentamientos de Atenas y Tebas. Hay también, en un primer término lateral, un extraño instrumento parecido a un viejo proyector de cine. Nos hace pensar –no lo garantizo- en la Esfinge mítica del enigma. No se cita el famoso acertijo, “se mueve a cuatro patas por la mañana, camina erguido a mediodía y utiliza tres pies al atardecer”. Lo adivinó Edipo, y desaparecido el monstruo, alcanzó su gloria. Queríamos oírlo, pero no pudimos.
En todo momento escuchábamos al poeta Sófocles, maravillosamente traducido por Eduardo Mendoza, sobre la versión y traducción francesa del griego por Daniel Loayza. Dura la función menos de tres horas –sin descanso-, claramente insuficientes para las historias de la trilogía que se anunciaban: Edipo rey, Edipo Colono y Antígona. Es todo demasiado entremezclado, pero considera el director que los tres títulos se corten por aquí o por allá, que se adivinen las acciones y que desaparezca el Coro, su Deus ex machina: tal vez piensa que ya todo el mundo lo conoce. Pero la incomprensión desconcertaba a todos, aunque se escuchaba con placer. Hubo bastantes que se cansaron y abandonaron el teatro (otros se quejaron de que huyeran: ya sabemos que esa significación de rechazo es legal, aunque muchos desconocen y creen que es una falta de “educación”).
Es un magnífico reparto lo que salva este espectáculo. Obedecen las órdenes de permanecer con escasas expresiones corporales, aproximaciones, limitaciones con brazos caídos, pero son actores capaces de crear y mantener las tensiones. A Eusebio PoncelaEdipo- hacía mucho tiempo que no le veíamos en el teatro, y nos permite comprobar su talento y su capacidad para crear este personaje. De Miguel Palenzuela –en Tiresias- sí sabíamos que nos iba a hacer gozar, un veteranísimo actor que conoce muy bien el teatro clásico, con una voz rica y fuerte. También lo es Pedro Casablanc, que ha tenido estupendos directores, en un largo diálogo genial de Creonte con Edipo. La madre víctima , Yocasta, con la siempre admirable actriz Rosa Novell. El rey Teseo lo clava Fernando Sansegundo, también conocedor del clásico. Y sigue la lista: Laia Marull, en la ternura de Antígona –no olvidemos a esta catalana en su sentimental obra Nina, en el Teatro Español-; a quien acompaña con fijeza su hermana, Ismene, (Noelia Benítez). Siempre estupendo, Luis Hostalot , aquí Mensajero y, finalmente, Críspulo Cabezas en dos de sus personajes.
Este enorme reparto lucha con entusiasmo con un equipo de bomberos para apagar el incendio de la puesta en escena.
Enrique Centeno

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