Autor, intérprete y dirección: Albert Vidal.Teatro: La Abadía. (24.4.2008)
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No le vimos solamente esa vez. En los cimientos de un profundo foso de una obra en construcción(en Príncipe de Vergara, entonces General Mola), apareció Albert Vidal: ante una excavadora conducida hacia él. El público lo veía asustado desde arriba, como un torero ante un toro metálico: triunfa el loco Vidal agarrándose a la pala que sube y baja sin que él pierda la batalla: esa no es de toros; es contra la construcción, llamada hoy el mundo de los ladrillos.
Otra vez más le vimos, entonces en el Zoo de Madrid: El hombre urbano. Durante las 24 horas vivía en el foso de animales, donde hacía su vida normal: desayunaba en pijama, se introducía en la grutas y allí pasaba el día parecido al de un oso: la existencia inútil y oprimida en la falsa libertad individual. Cada visitante, casi siempre con niños, se detenían allí con la reflexión provocada.
Ahora ha venido a Madrid tras quince años. Ha pasado ya los sesenta años, y es uno de los grandes mimos (su maestro fue el genio Marcel Marceau, que se mantuvo hasta sus ochenta y cuatro años, 2007), catalán formado en Italia y en Francia con el maestro Lecoq. (La verdad es que entre nosotros todo el mundo afirma que ha estudiado con él, una mentira para presumir en su falsedad: es como tantos que dicen que han hecho estudios con Jhon Strasberg). Apenas con cuatro palabras, el mimo Vidal ha paseado por todo el mundo con Soy la solución. Son varios temas en actos breves. La ignorancia, la explotación, el aislamiento o la revolución van pasando por el hombre –con traje negro e informe- con la expresión de sus gestos, signos manuales y corporales, con unos ojos que electrizan sus ideas y su visión de la sociedad. A veces produce el humor que traslada a la tristeza. Los espectadores parecen como si fueran también mimos, al llevar sus miradas a cada escena y cada gesto. Sesenta minutos. Una hora que son sesenta minutos de la vida.Enrique Centeno
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