domingo, 31 de octubre de 2010

Largo viaje hacia la noche ***

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Autor: Eugene O'Neill. Versión de Rigola.
Traducción de Ana Antón-Pacheco.
Intérpretes: Chete Lera, Mercè Aranega, Israel Elejalde,
Oriol Vila.
Escenografía: Max Glaenzel, Estel Cristià.
Vestuario: Berta Riera.
Dirección: Àlex Rigola.
Teatro: La Abadía. (7.3.2006)
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El viaje del nuevo teatro norteamericano, lo inició Eugene O’Neill (1888-1953) mostrando la oculta sociedad del verdadero fracaso del sueño familiar y que él, aventurero –también actor-, conocía bien en su propia vida, lo que le hizo reflexionar desde el hospital donde pagaba su tuberculosis. Escribió Largo viaje hacia la noche con su cercana autobiografía, después de haber obtenido el Premio Nobel (1936). Pintó un cuadro realista, y el drama sorprendió al público, nunca dispuesto a aceptar las verdades.
    La familia de Tyrone la forman el matrimonio y dos hijos. Aquel nido lo arrastra el tacaño padre frustrado. A Mary, la madre, temerosa y frágil, le será imposible deshabilitar su adicción a la morfina. James, el hijo mayor, dependiente y fracasado, se convertirá en un alcohólico amante de las prostitutas. El cuarteto de esta familia lo completa Edmundo, el más joven y débil, condenado por su incurable tuberculosis.
    El padre, que había sido un elevado actor, abandonó a sus personajes de Shakespeare, y ahora los recuerda, tras su cambio al mal teatro de mayores ganancias. Podemos escuchar aquellos versos que repite en sus voces y gestos: César, como el amor-ambición de su casa; Lear, el Tyrone rey de la vivienda-castillo con sus servidores, mujer e hijos; Otelo, el castigador; El Mercader de Venecia, obsesionado y usurero.
    Nos situamos en el domicilio, sin lujo, amarronado, alargado, con una formidable escenografía de Mak Glaenzel y Estel Cristià. Estantería de libros, una guitarra inútil y desordenados objetos que recuerdan una especie de cuadro cubista de Joan Gris. Esta noche llueve el alcohol, crecen los enfrentamientos, las verdades y realidades. En el exterior va cayendo, mientras tanto, un diluvio que los aísla: imposible agarrarse a los cariños internos y se ahogan. O’Neill –su biografía- los junta uno a uno, con las acusaciones y realidades. La vivienda gira, y aparece el salón cuyo fondo, a sus espaldas, es todo cristales de agua, como un tranvía que marca el Largo viaje hacia la noche.    
   Así contó el autor su propio drama, reducida esta versión a una duración de dos horas, y traducido -como casi siempre- su Long Day’s Journay into Night. Un texto tan rico, que toda la función mantiene la tensión, gracias a los cuatro intérpretes -y su director-. Así, los personajes son creaciones perfectas, difíciles, poco comunes en el teatro naturalista. Es una lección de ausencia de trucos, efectismo y falsedades, como la magistral conversión de Chete Lera en ese complejo padre Tyrone. Su esposa, Mary, la inteligente actriz Mercè Aranega, va mostrando sus dolores físicos, sus sufrida sumisión, como un fantasma víctima del dueño de la familia. Edmund, el menor, muestra su debilidad entre la inteligencia y la crítica oculta, y también lo hace perfectamente Oriol Vila. El hijo mayor, perdido en la sociedad, abandonándose, de pronto monta el levantamiento contra los abusos de su padre, es el actor Israel Elejalde quien hace que se comprenda su hundimiento.
    Con este formidable reparto puede bien Àlex Rigola mostrar, una vez más, su gran talento, como esperábamos ya al acudir al estreno.
Enrique Centeno

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