jueves, 21 de octubre de 2010

El mal de la juventud ***

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Autor: Ferdinand Brukner.
Traduccón de Miguel Sáenz.
Intérpretes: Marta Aledo, Jesús Barranco, Irene Escolar,
Sandra Ferrus, Iván Hermes, Aitor Merino,
Amanda Recache.
Escenografía y vestuario: Beatriz San Juan.
Iluminación: Valentón Álvarez, Pedro Yagüe.
Dirección: Andrés Lima.
Teatro: La Abadía. (14.10.2010)
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En los extremos vacíos, se presentará una feliz escena con un luciente baile de charlestón. El director, Andrés Lima, hace que volvamos a los felices años veinte, en los que fue escrito El mal de la juventud, (1926), comenzando después la verdadera trama, oculta en un espacio cúbico y cerrado. Y se abrirán sus cortinas como en una caja china, donde ya podremos enlazar con el paso de los tiempos, desde la comedia hasta el drama, y que, inmediatamente, relacionamos con nuestros días. Lo aparecido es una especie de casa de muñecas –de huéspedes-, cuyas figuras va moviendo Ferdinand Bruckner (1891-1959), transformando la diversión, la ligereza, la fiesta, y entre un escondido humor de lo que va surgiendo progresivamente, el fracaso, el testimonio de una generación aburguesada, sin perspectivas, como un decorado sin ventanas. Y es que se acogen en el encierro centrándose en sí mismos; como un paraguas que les protege del chubasco, sin sentir que, tras la pasada Guerra Mundial –en Viena, así se nos indica-, iba creciendo el nuevo nacionalsocialismo hasta alcanzar la ascensión de Hitler.
Estos chicos y chicas, estudiantes de Medicina, se entrelazan con sentimientos de amor, frustraciones, homosexualidad y violencia. Una construcción maestra que exige tanto la perfección y el talento de Andrés Lima, como la magnífica interpretación. En esta puesta en escena se cuenta también con la formidable escenografía y el vestuario diseñados por Beatriz San Juan. Igualmente, la inteligencia de la iluminación de Valentín Álvarez y Pedro Yagüe, y toda la atmósfera del maquillaje y de los diversos y jugosos bailes de charlestón, coreografiados por Tony Escartín. Para su inteligente y sensible montaje, Lima dispone de un perfecto equipo.
Ya, en la primera acción, conocemos a las dos mujeres principales. La llamativa Desirée, que surge como una especie de poste vivo, exhibicionista, mala estudiante que intenta estudiar y vivir entre juegos heterosexuales, y que terminará con un final trágico; lo hace brillantemente la actriz Marta Aledo. Es Marie, su amiga más cercana, el contraste de la inocencia de sus sonrientes palabras que hace ganar su encanto y adivinar también su inteligencia, con la estupenda Sandra Ferrús. Y en este ambiente inicial, aparecerá Alt, un personaje muy diferente, risueño y cariñoso con todos, y que tras un golpe duro como médico, sorprenderá asomando como un travestí nocturno salido de su armario. Jesús Barranco consigue crearlo con tirones de cambio, ganando las dificultades con todo éxito. El retrato más brutal es Freder, el típico alumno de cada clase, que se come el mundo explotando su seducción y autismo, y que gozará con órdenes, maltratos y desprecios, llegando hasta la violación; le ha tocado al actor Iván Hermes, que lo hace fantástico. La sirvienta de los huéspedes es una bonita adolescente, obediente, y en sus entradas y salidas, entre cubos y tazas, vamos viendo su sumisión, padeciendo el continuo desprecio y aprovechamiento de Freder en escenas violentas, verdaderamente temblantes, de la que va saliendo la muchacha Lucy condenada, como se vio en la segunda parte, ya prostituta. Lo interpreta con talento la muy joven actriz Irene Escolar. Hay otros personajes, como el tímido y simplista Petrell –Aitor Merino- y su pretendida Irene –Amanda Ricacha-. Insistimos en que todo el reparto es formidable.
En la segunda parte –el original cuenta con tres actos- , pasados unos años, Bruckner enseña el resultado de El mal de la juventud –“la enfermedad”-, descubriendo una conclusión estremecedora. Duele mucho más  si pensamos en el paralelismo con nuestra situación. Del mismo modo, vimos que se mantenía este testimonio hace más de veinte años, cuando lo estrenó el director Antonio Malonda. Esta función termina en una mesa de dos vencidos. Se hará el final con el silencio, fundiéndose la luces con el fuerte sonido de la canción de David Bowie Rock ´n´ Roll Suicide: “Es demasiado viejo para perder, demasiado joven para elegir”.
Enrique Centeno

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