miércoles, 18 de marzo de 2009

Siempre fiesta ***

Le gusta a Javier G. Yagüe ir avanzando, por el calendario social, mediante las trilogías. La primera comenzó, en 1999, con Las manos -imposible olvidar aquella obra maestra-,hasta 2002 fue Imagina y, finalmente, 24/7. La siguiente trilogía acaba de terminar con el estreno de Siempre fiesta, a la que precedieron Café (2005) y Rebeldías posibles (2002).
Al inicio de 1999, le interesó a este director la historia de la generación anterior. Y, en esta trilogía, utiliza el retrato actual de determinada clase social. Su burla lanza flechas hirientes, una dura crítica con herramientas grotescas. Cierra esta serie, iniciada hace cuatro años, con textos en los que escribe junto a Luis García-Araus. En las dos últimas colabora también Susana Sánchez. Todos ellos son herederos del teatro de Miguel Mihura: aquella maldad humorística, que le obligó a soportar, en su valentía, la censura y el escándalo. Javier G. Yagüe y sus coautores, García-Araus y Sánchez –también, varios títulos de Mihura se escribieron en colaboración-, provocan el desconcierto, llegando a alcanzar diálogos cercanos al teatro absurdo. En esta Fiesta, en Navidad –hay otra, aunque muy diferente, en la genial Tres sombreros de copa-, van llegando los personajes a la casa del matrimonio anfitrión.
Familiares, entre hermanas y cuñados, forman una galería deprimente, que invita a la venganza, a la ridiculez de estos elegantes sujetos. En esta exposición, contemplamos una colección de fotografías reales. Todos los personajes se denominan, entre ellos, con los mismos nombres reales de los intérpretes: probablemente por improvisaciones en los ensayos. La primera mujer, “Arantxa” –Arraiza, a quien vimos en las dos obras anteriores de la trilogía- , es una rubia, elegantemente vestida de diseño, religiosa con miradas dulces; la verdad es que tiene el aspecto de la portavoz de un conocido partido político. Tiene un matrimonio, pero no consiguen un hijo, a pesar de que copula, en la cama, a oscuras y con la cercanía imprescindible, como Dios manda. Lo hace formidablemente. No es difícil imaginar cómo será el zoo que va apareciendo tras los timbres de la puerta. Una enloquecida frustrada con su marido ambicioso, tripón y de inútil satisfacción. Hay una hermana protestona, ecologista, opuesta a la alimentación con animales –carne o pescado-, fumadora, progresista, vestida con pantalones y, ligeramente, con su soltería debida al lesbianismo -ésta decisión de los autores es peligrosa-. Para no desmayarnos, contamos con un personaje que anda por el campo de penaltis: nos confiesa que es un actor, y que su misión es el prólogo, la detención de acciones y, con su testimonio, prevé a los espectadores el mal trago. (Ya saben que, como en las anteriores obras, nunca utilizan la ley de la cuarta pared).
La cena, en la cuidada mesa, se repetirá en diferentes fechas, obligados, todos, para salvar la depresión y frustración de aquella conservadora dama. Casi nos agota tanta carcajada. Menos mal que no han parido niñitos. La escenografía consiste en un amplio salón de paredes blancas, de papeles que se decoran, a la vista, varias veces, utilizando rotuladores. Da el mismo efecto cómico. La interpretación de todo el equipo es excelente. María Antón; la ya mencionada Arantxa Arraiza, presente en las dos obras anteriores; Javier Pérez-Acebrón; los dos habituales Asun Rivero y José Melchor, así como José Sánchez, a quien vimos en Rebeldías posibles. Yo creo que ésta es la mejor del la trilogía.
Enrique Centeno
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Autores: Luis García-Araus, Susana Sánchez, Javier G. Yagüe.
Intérpretes: María Antón, Arantxa Arraiza, José Melchor,
Javier Pérez-Acebrón, Asun Rivero, José Sánchez.
Escenografía y vestuario: María Luisa de Laiglesia.
Dirección: Javier G. Yagüe.
Teatro: Cuarta Pared. (11.3.2009)
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