domingo, 11 de julio de 2010

Más allá del puente **

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Autor: David Botello.
Intérpretes: Marta Torné, Alex Brendemühl.
Escenografía: Max Glaenzel.
Iluminación: Luis Martí.
Dirección: Roger Gual.
Teatro: Lara. (8.7.2010)
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La historia de esta pareja –Ella, Él-, no cruzará exactamente al Más allá del puente, como lo titula su autor, David Botello, en breves episodios que van retratando lo que conocimos o imaginamos siempre en los filos del amor. El argumento hubiera sido insuficiente, pero la función, sin embargo, posee escenas en juegos de excelente literatura humorística, ingeniosa, de permanente ironía en una cadena de carcajadas. Es seguro que muchos espectadores añaden, además, su propia experiencia o su cercanía.
    Sobre el puente sucederá el primer encuentro y el último de esta frívola pareja, para este viaje común. (No es el romanticismo de El puente de Waterloo, con Vivien Leigh y Robert Taylor). Un pretil del que Ella desea arrojarse y donde Él, desconocido, impedirá el suicidio con apenas breves palabras, surgiendo enseguida una mutua adrenalina que les lleva hacia su casa para echar un polvo. Y al mismo lugar volverán para la última separación. Ya lo sabíamos desde el inicio de la función, en un oscuro preámbulo en el que el protagonista habla por teléfono repitiendo y volviendo a llamar a un inútil contestador. Así ha lanzado Botello, con toda puntería, el cínico contraste entre la tristeza y las carcajadas; su pluma es habilísima en rupturas y diálogos; disparates entre la pareja, tanto en gritos –Ella- como en la aparente tranquilidad que Él consigue a base de antidepresivos, aspirinas o viagra con su caja de condones, en tonos suaves, como un cómico dirigiendo sus ocultos chistes. Y al mismo tiempo, dos amantes en celo, que terminan siempre con la pasión y el follar –ya en el oscuro- para iniciar otra vez el enfrentamiento.
    El autor califica el subtítulo como Una comedia casi romántica, otra ironía o su deseo para no confesar que lo ha escrito con dos arrullos de amor y pelea de gallos. Se cita por ahí alguna referencia a Romeo y Julieta, que en realidad lo escucha Ella como un berrido; pero, en todo caso, llegará siempre el fucking.
La repetida situación cuenta con diálogos variables que, entre trompas y levantamientos, alcanzan las exhaustas carcajadas. La puesta en escena se hace con mucha habilidad –en un escenario verdaderamente feo-, introduciendo entre las cinco piezas la proyección –gran formato, acompañada de música- de los rostros de los intérpretes-personajes: son pausas largas, sin sentido, que pueden agotar entre tantas paradas de autobús. Pero ahí están dos magníficos intérpretes entre la pantomima o la farsa, de las que van y vuelven al realismo. Alex Brendemühl es actor de muchas tablas, y apenas inicia cada palabra, parece un guiño inocente. Arrastra al espectador. Marta Torné tiene que pelear para mantener, ante la tranquilidad, la iniciativa de los momentos más tensos, y lo consigue con buenas voces, junto a su atractivo físico: asaltos para salir de las cuerdas del cuadrilátero. Es imprescindible esta calidad de ambos para terminar entre cálidos aplausos.
Enrique Centeno

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