martes, 28 de junio de 2011

Panorama desde el puente ****

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Autor: Arthur Miller.
Versión de Eduardo Mendoza
Intérpretes: Chema Muñoz, Helio Pedregal, Ana Marzoa,
Yael Barnatán, Israel Frías, Iván Hermes, Luis Rallo,
Paco Ureña.
Escenografía y vestuario: Andrea D’Odorico.
Iluminación: Juan Gómez-Cornejo.
Dirección: Miguel Narros.
Teatro: Albéniz. (5.4.2001)
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"No comprendo este país”

 

Panorama desde el punte es una de las varias miradas críticas de Arthur Miller hacia su propio país, escrita en 1955. Un brutal drama familiar que tiene como fondo el problema de la inmigración. Algo que él mismo conocía bien, puesto que era hijo de emigrante de origen judío. Más de cincuenta años después, la obra mantiene la actualidad de los grandes clásicos, la emoción del sabio maestro, y la curiosa oportunidad con la que se monta ahora, cuando la xenofobia se implanta en la sociedad española, como en su día lo hizo en la norteamericana, tanto desde la vida cotidiana como desde las propias instituciones.     
    Eddie (Helio Pedregal), un modesto estibador en Nueva York, tiene acogida en su casa a la joven sobrina (Yael Barnatán) en una relación casi enfermiza de posesión y celos. Lo sabe su esposa (Ana Marzoa), y la situación comenzará a estallar cuando llegan a la casa dos nuevos acogidos, familiares italianos ilegales, “sin papeles”, porque de uno de ellos se enamorará la joven ante el estupor del dueño de la casa, que comenzará una degradación total hasta la traición más abyecta.
    La historia –en versión de Eduardo Mendoza- la cuenta uno de los personajes, un abogado-narrador (Chema Muñoz), que además reflexiona sobre la tolerancia, sobre el conflicto mismo, sobre los extraños comportamientos de la persona. En realidad, la brutalidad de este Panorama desde el puente es, al mismo tiempo, de completa verosimilitud, como corresponde al teatro realista de Miller, y, quizá por eso, uno de los personajes asegura en un momento que no puede comprender “este país”. Sus palabras, como otras muchas, llega hoy al patio de butacas como escrita aquí y ahora, y produce, entre la emoción del drama, la reflexión continua sobre nuestra propia incomprensión de lo que pasa en este país.
    Santo Dios, qué montaje. Ante una maravilla de escenografía, donde la casa se atrapa en la magnificencia de los rascacielos, la lección de Narros dirigiendo actores y creando clímax. El pasmo que producen sus intérpretes, todos ellos de altísima calidad, todos ellos conmoviendo y haciendo emanar energías y talento. Conmoviéndonos desde sus diferentes contradicciones o tragedias. Muñoz, Pedregal y Marzoa especialmente, tocan ya el techo de lo excepcional, de lo genial. Un espectáculo, en fin, para la memoria.
Enrique Ceneteno

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