martes, 16 de marzo de 2010

Calígula **

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Autor: Albert Camus.
Traducción: ?
Intérpretes: Sandro Cordero, Garbiñe Insausti, José J. Rodríguez,
Serguo Gayol, Gorsy Edú, Carlos Montoliu, Carlos Lorenzo, Balbino
Lacosta, Marina Barba, Martín Calón, Manu Hernández, Ramón
Linaza, Martín Caló, Marina Barba.
Escenografía: Dino Ibáñez.
Vestuario: Plummner.
Iluminación: Rafa Mojes, Félix Garma.
Coreografía: Paloma Díaz. Música : Jesús Salvador Chapi.
Versión y dirección: Santiago Sánchez.
Compañía L'Om imprebis.
Teatro: Fernán-Gómez (CC. de la Villa. (3.3.2010)
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Hay explicaciones para poder rechazar el sentido de este buen espectáculo. Le sirvió a Camus aquel Calígula –Cayo Julio César, s. I- para exponer de nuevo su pensamiento existencial. ¿Qué persona es este asesino? En su obra propone que su personaje se pregunte a sí mismo y que afirme que nadie es inocente para atreverse a juzgarme a mí. Es esto lo más apasionante de la obra Calígula, su proposición al público sobre aquel tema filosófico. Hay varias escenas en las que el Emperador se contempla ante el espejo, y ante su reflejo se pregunta y duda sobre su propia individualidad. En su desesperación ante el azogue, termina golpeándose furiosamente contra su imagen. No lo vemos en este montaje de hoy. Puede recordarse el montaje -hace muchos años- del desaparecido director José Tamayo: le dio tanta impresión esta lucha existencial, que encargó al actor que destrozara realmente ese espejo maldito; tenía que reponerlo en cada función. Pero para Calígula, “nada, todavía nada”.
Sería absurdo pensar que Albert Camus pretendía representar, artísticamente, pasajes históricos o inspiraciones de las grandes tragedias de Shakespeare. Confiesa el tirano que querría ser ejecutado con mucho público. En su última respiración, paladea este Calígula: “Todavía estoy vivo!”. Hay frases que pueden pasar a los finales de las grandes obras.
A la respetada compañía L’Om Imprevis, le gusta representar a los grandes personajes –como Don Juan, Galileo o Don Quijote , que hemos podido ver-, con diferentes aciertos. Su director, Santiago Sánchez, lo cuida siempre, y consigue movimientos y plásticas; aquí será mejor que no miremos la coreografía medio danzada o similar coro en varios momentos, como en la casi grotesca escena final de la conspiración y la muerte, contando con el escenógrafo Dino Ibáñez. Todo el numeroso reparto realiza una brillante trabajo.
Enrique Centeno

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