Autor: Gustavo Ott
Intérpretes:
Paloma Tabasco, Carmen Sánchez,
Naya González.
Vestuario:
León Revuelta.
Escenografía:
Juan Vega.
Dirección:
“Los Profetas”.
Teatro: Alfil.
(17.8.200)
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Tres
mujeres atribuladas
Que esta obra la
haya escrito un hombre y haya sido dirigida por otros dos –componentes de la compañía
Profetas de Mueble Bar -que así se llama-, podría parecer que es como poner a un
zorro para guardar las gallinas; pero no: este análisis del comportamientos femenino,
es una mirada sarcásticamente cariñosa, hacia el mundo de las mujeres, y carece
de todo paternalismo, desprecio o incomprensión, algo que a menudo sucede en
las vulgares comedias.
Se trata de tres
personajes que representan -tal como se enuncia, Divorciadas, evangélicas y vegetarianas- sus diferentes
situaciones. Una divorciada elegante y
pija, reprimida, que asegura haber dejado a su marido, lo cual nos causa razonables dudas. En otra, su primer encuentro
fortuito le unió en las antípodas de su
mundo, una especie de hippy actual, vegetariana, enamorada y mal correspondida,
y extravagante romántica que asegura haber avistado alienígenas. Pero en este
trío hay aún otra en ese mismo lugar, aunque ello sea en sí mismo una sinrazón.
Se trata de la militante religiosa, la evangélica, aparentemente alienada en
sus creencias místicas, moralista externa que guarda dentro de sí -como las
demás- un montón de deseos no cumplidos.
Gustavo Ott. (Caracas, 1963) |
Estas tres mosqueteras de la urbe, van
a juntarse de modo casi casual. Hablan muchísimo, como corresponde al tópico de
su sexo, pero las conversaciones son ocurrentes, dispares, formando un raro
poliedro lleno de jocosidad –aunque ninguna se lo proponga, aparentemente-, que
finalmente se encontrarán en el equilibrio y la complicidad, porque, en el
fondo, todas mienten y todas llevan su misma verdad; la del desengaño, la
frustración y la condición femenina que es, en realidad, la que ha originado
ser -de otra forma-, víctimas de un mundo de hombres. Conviene insistir, sin
embargo, que el drama está en el hondo, con la forma es de una dislocada y divertidísima
comedia.
Gustavo Ott es un
reconocido autor venezolano, y regenta en Caracas una pequeña sala teatral, y
su vasta producción incluye igual tragedias urbanas -es considerado principal
discípulo del mítico Rodolfo Santana- como comedias grotescas. Ha contado, en
esta ocasión, con un equipo espléndido, tanto en los directores –Fernando Navas
y Juan Ramón Pérez-, como en la limpia escenografía, el divertido vestuario, y
la buena música compuesta por José Antonio Ramos. Aunque, como es natural, son
ellas quienes verdaderamente logran el mejor trabajo. Paloma Tabasco en su pija
elegante, guapa, con el histerismo de la represión que le sale, de vez en
cuando, en formidables juegos destemplados; Carmen Sánchez, la esotérica
vegetariana, hace su personaje lo compone, con tal inteligencia, que la reconocemos
con una vecina de butaca; Naya González,
cumple el más difícil de la falsa creyente que esconde, como siempre, una terrible
represión. Ellas son un espectáculo en sí mismas, aunque, como queda dicho, hay
un texto excelente que lo sustentan todos.
Enrique Centeno
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