sábado, 28 de noviembre de 2009

La tierra ***

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Autor: José Ramón Fernández.Intérpretes: Sergio Álvarez, Gabriel Andújar,
Joel Guijarro, Javier Macarrón, Mariano Llorente,
Nieve de Medina, José Melchor, Vicente Navarro,
Francisco Olmo, Marta Poveda, Raúl Prieto,
David Rubio, Andrea Soto, Julio Vélez.
Iluminación: Pedro Yagüe.
Escenografía y vestuario: Elisa Sanz.
Música: Eliseo Parra.
Dirección: Javier G. Yagüe.
Teatro: Valle-Incán (CDN). (20.11.2009)

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Es un pueblo de arena gris; caminos polvorosos y resecos, en ese campo donde han nacido estos personajes. Huyó de allí, diez años antes, esta María que ahora regresa de Madrid tras haber sido abandonada por su hombre. Nadie entiende porqué volvió a esta familia, a esta casa ardiente y cerrada, junto al olivo añoso y medio muerto, con un muro que los aísla del mundo. Nadie llega allí; ni estos personajes ni los del pueblo cercano. Lo sabe ella, y expresa que nadie tiene nada en común, de ojos cobardes que no se miran frente a frente.
Va introduciéndonos las escenas -dirigiéndose al público- uno de los principales personajes; un cambio entre acotaciones y visiones sentimentales -cuidadísimo texto-. Se trata de Juan, el padre de la familia, ya fallecido, que aparece relatando los capítulos de la historia con las distintas etapas del drama, –lo hace formidablemente Joel Guijarro-, encontrándose también en su niñez, como una visión de la imposibilidad de salvamento. Y saliendo su espíritu de la cuneta tras morir en un atropello. Continuará viendo a su mujer, en el tiempo pasado y viuda en la actualidad: es Pilar, hoy ya amargada, medio ciega e inmóvil tras una vida fracasada y decepcionada -se luce, con las dos edades, la actriz Nieve de Medina-, pero que conserva su memoria con la amargura y el rechazo de ese nido de peleas. Miquel, el hijo, pretende convertirse en torero; se entrena con el instrumento de astas que maneja el desgraciado Pozo. En las noches sin luna, salta a la dehesa para dar unos capotes, con la evidente torpeza que le causó su cojera en una embestida, lo que le condujo a la violencia. Al asesinato.
El actor Mariano Llorente interpreta a este bondadoso Pozo, un grandote subnormal que de niño fue abandonado y recogido convirtiéndose en una especie de animal –así lo califican-, un servidor entre burlas y desprecios. Es el personaje que enternece al público en una verdadera creación impresionante sobre este inocente esclavo. Su autor, José Ramón Fernández, desarrolla una literatura teatral poco común, ese poder dramático de perfecta construcción entre sonidos de verso. Pozo es un ejemplo.
Nos cuenta en el programa de mano el autor, José Ramón Fernández, que escribió La tierra hace bastantes años, cuando leyó en el periódico el crimen sucedido en aquella tierra de la España profunda. Sabíamos que su estilo era verdaderamente lorquiano y, al mismo tiempo, recordábamos al propio García Lorca, que conoció también en la prensa su historia de Bodas de sangre. Siempre esperamos nuevas obras de José Ramón Fernández (1962) que, afortunadamente, van apareciendo rítmicamente en nuestros teatros. Se trata sin duda de uno de los fundamentales autores de su generación. Las últimas lo han demostrado: Exilios (2005), Nina (2006) y 30º de frío (2007). El mundo rural ya lo desarrolló como coautor de la inolvidable Las manos, una trilogía que dirigió -y escribió- Javier G. Yagüe, que pone ahora en escena La tierra, mostrando de nuevo su sensibilidad y sabiduría. Ha encargado a la frecuente escenógrafa Elisa Sanz –también se ocupa del adecuado vestuario-, que crea un utilísimo espacio, ese mundo reseco sobre las arenas bajo un cielo gris que el autor finaliza con la lluvia esperanzadora. El fondo lo ocupa una discutible pared de tablas, con puertas incomprensibles, como una especie de burladero o el salto a la dehesa.
Enrique Centeno

lunes, 23 de noviembre de 2009

La hija rebelde ***

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Autores: José Manuel Castanheiro y Valdemar.
Versión escénica: Margarida Fonseca Santosa.
Intérpretes: Alexandre Ovido, Amílcar Azenha, Ana Brandao,

Anabela Teixeira, Bibi Gomes, Célia Alturas, Eurico Lopes,
Jaime Vishal, Joana Brandao, José Enrique Neto, Lidia Franco,
Manuel Coello, Marques d’Arede, Nádia Santos,Raquel Dias,
Rui Quintas, Sérgio Silva.
Escenografía: José Manuel Castanheiro.
Vestuario: Ana Garay.
Dramaturgia y dirección: Helena Pimenta.
Teatro: Teatro de Madrid (24.5.2007).

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Era aquella Portugal, bajo la terrible dictadura de Salazar con la violadora y criminal policía, PIDE, que llegaron a arrojar cadáveres cruzando la frontera con Extremadura; la horrorosa policía española estaba encantada, y no quiso nunca aclarar el origen de los cadáveres.
La escenografía -del bien conocido portugués José Manuel Castanheira- es un montaje en el que unos pilares, rectangulares y altos, ocupan todo el espacio; unos paneles, abiertos o cerrados, permiten diferenciar las acciones, con un juego de rica iluminación. El otro mundo es el de Cuba, al que viaja la titulada hija -de un policía-, siguiendo a su marido, diplomático de Suiza. Su lugar será aquí el monte de la revolución, donde esta mujer, Annie Silva, se unió a los guerrilleros.
José Pedro Castaheiro y Valdemar Cruz son los autores que, en sus investigaciones, pudieron conocer la vida de aquella mujer, que con 30 años se integró en Cuba, y que falleció, en su país, a los 54 años (1990). El libro sobre este personaje ha causado un gran interés en Portugal, y lo ha adaptado al teatro Margarida Monseca Santos. En esta versión, introduce la directora, Helena Pimenta, canciones y bailes que enriquecen el montaje. La encantadora música, tanto portuguesa como cubana, la interpreta un grupo musical estupendo, con sabores de danza en sencillas coreografías. La sorprendente e interesante historia de Silva termina cuando regresa a su país, transformado tras la Revolución de los Claveles (25 de Abril, 1965), justo cuando ella había decidido incorporarse al grupo de Che Guevara.
El original es, como se ha indicado, una investigación periodística acerca de lo que fue aquella mujer, que se separó de su esposo poco después de llegar a Cuba. La novela es, en cierto modo, un homenaje histórico a quien tomó tanto el fusil de la revolución, como el machete para cortar -con aquel esfuerzo la zafra- las cañas del azúcar. Todos los intérpretes de este largo reparto hacen un magnífico trabajo bajo la dirección inteligente de Helena Pimenta.
Enrique Centeno

jueves, 19 de noviembre de 2009

La duda *

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Autor: Benito Pérez Galdós.Adaptación de El Abuelo por Juan Altamira y Carlos Villacís.
Intérpretes: Nati Mistral, Esperanza Alonso, Zorion Eguileor,
Manuel Aguilar, Carlos Manuel Díaz, Patricia Ponce de León, Esther Palomo, Nerea García, Jorge Nerino, Emiliano Redondo, Marisa Segovia.
Vestuario: Javier Artiñano.

Escenografía: Alfonso Barajas.
Dirección: Ángel F. Montesinos.
Teatro: C. C. de la Villa (16.1.2007)
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La obra fue escrita como novela dialogada, que el propio Pérez-Galdós transformó en teatro, adaptado también por otros autores. Nos referimos a El abuelo. En esta representación que vemos, le ha convertido en una abuela. El auténtico personaje fue llevado muchas veces a los escenarios e incluso al cine. La tercera o cuarta versión la dirigió José Luis Garci y, debido sobre todo al actor Fernán-Gómez, constituyó un gran éxito. Ahora se llamará La duda, intentando ganar al público con la conocida, curiosa y popular Nati Mistral.
En el melodrama, situado a finales del siglo XIX, se trata de descubrir quién de las dos niñas de la familia es la nieta legal de El abuelo; esa es La duda que le atormenta para averiguar quién es la auténtica, y quién la hija ilegal de su nuera, nacida en el engaño. Ya se comprenderá que tal argumento puede causar humor más que lágrimas buscadas. El veloz escritor consiguió en su tiempo la emoción, y tal vez se logra en esta ocasión, como en el cine dulce, con el buen director Ángel F. Montesinos. El montaje cuenta con un rico decorado y un valioso vestuario. Ante la construcción y con su ropa, Nati Mistral se entrega como perteneciente casi a la época de Galdós. Hay público que la adora.
La noche del estreno fue recibida entre aplausos antes de comenzar. Tal hecho, junto a la puesta en escena, pueden servir para enseñarnos cómo fue el teatro muerto desde hace ya más de un siglo. Nos hace comprender por qué este arte ha podido transformarse para las nuevas generaciones. Un museo es un museo.
Enrique Centeno

miércoles, 18 de noviembre de 2009

Proprio come se nulla fosse avvenuto ****

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Textos de Anna Maria Ortesse, Diego de Silva
y Vicenzio Pirrotta.Dramaturgia y Dirección: Roberto Andrò.
Intérpretes: Annea Bonaiuto, Naria Nazionale,

Vicenzio Pirrota, Virginia da Brescia,
Salvatore Piedepalumbo (acordeón), y otros cincuenta.
Música y paisaje sonoro: Marco Betta.
Teatro: El Matadero (13.11.2009).

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Se hunde Nápoles. Sobre las aguas caminan sus habitantes; unos, esperando en sus habitaciones; otros se trasladan de una calle a otra; algunos heridos, atendidos en las camas. Son unos cincuenta personajes, tras las paredes desplomadas y ventanas de cristales rotos. Es el símbolo de la destrucción, bajo la Guerra Mundial que esta ciudad padeció brutalmente.
En primer término, una escritora ante su mesa, va contemplando y redactando, página a página, la estampa de esa ciudad. Versos de testimonio y de dolor. Frecuentemente, dirige sus palabras a los espectadores, quienes van conociendo, y observando, la pérdida y la huída con sus “Addio a Nápoli”. Como una ciudad vacía, Proprio come se nulla fosse avvenuto (Como si nada hubiera pasado). El texto son versos épicos, históricos, lamentos que los creadores siempre han necesitado expresar. (“Madrid es una ciudad de un millón de cadáveres”, de Dámaso Alonso). Las voces de la escritora parecen oírse sobre imágenes de cine o de proyección de diapositivas, porque pocas veces se escucha directamente a las víctimas. Algunos monólogos y canciones populares napolitanas –la voz y el acordeón junto a ella-, emocionan, pero el silencio es suficiente, incluso cuando las mujeres cuelgan en sus vestidos los retratos de los desaparecidos. Una larga lista de nombres y apellidos de los muertos, que se escuchan por los altavoces.
El director de este formidable espectáculo, Roberto Andò, ha utilizado un conjunto de textos de Anna Maria Ortese (1914-1998), Diego de Silva y Vincenzo Pirrotta. Su dramaturgia va haciendo crecer el drama, desde hechos reales hasta el poético homenaje. El montaje fue estrenado al aire libre, como en la propia ciudad. Aquí, en Madrid, se ha visto en el gran espacio de El Matadero (El Español). La imagen que aparece, con un autobús, pertenece a la representación en Nápoles.
Enrique Centeno

sábado, 14 de noviembre de 2009

La casa de Bernarda Alba **

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Autor: Federico García Lorca.
Intérpretes: Marta Juániz, Maiken Beitia, Emi Ekay,

Carol Verano, Leire Barkos, Belén Otxotorena,
Leire Ruiz, Pilartxo Murárriz.
Escenografía: Paco Azorín.
Vestuario: Javier Sáez.
Dirección: Carme Portaceli.
Teatro: Español (7.9.2006).

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Llega una vez más la tragedia que Lorca escribió (1936) muy poco antes de ser asesinado. Este montaje es una visión alejada del Drama de mujeres en los pueblos de España. La original casa cerrada se representa con un decorado de código de barras –en un ciclorama-panorama- que condena a las mujeres a estas rejas y las encierra en una cárcel de sumisión, órdenes y leyes de esta Bernarda. El blanco y negro de la distribución y los vestidos tienen un expresionismo potente.
Requebrar el original de Lorca es muy frecuente. En este caso se trata de la directora Carme Portaceli, siempre con montajes importantes, tanto por su creación como en intenso trabajo de actores –actrices, en este caso-, un conocimiento poco común en nuestros teatros.
El paso por nuestras escenas de La casa de Bernarda Alba suele ofrecer reflexiones y atrevimientos. Recordábamos aquel sorprendente útero, seco, que hizo Ángel Facio –un escandaloso-, hace treinta años, en el que un hombre interpretó a la Bernarda, concretamente el magnífico actor Luis Merlo, ya desaparecido. A Juan Carlos Plaza le tentó también, y dirigió un inolvidable espectáculo para el Teatro Español quince años después (1984) -con un reparto impresionante, desde Berta Riaza y Ana Belén, hasta Aurora Redondo-; en una caserón arquitectónico blanco, de salidas cerradas entre muros fríos y espacios de corredores inútiles. Citamos así los dos montajes más famosos, cada uno tan diferente y discutible. Frenemos: Bieito hizo también lo suyo, el habitual disparate, en el María Guerrero (1998), también contando con grandes actrices (María Jesús Valdés o Julieta Serrano), a las que disparó; otros es mejor olvidarlos del todo: el del Centro Andaluz de Teatro, que vino aquí, al María Guerrero (1992). Hay muchas más –generalmente sin valor alguno-, y seguirán llegando, como es lógico y deseable.
Portaceli busca la ruptura -con la compañía de Gayarre, Pamplona-, con un estupendo reparto cuyas actrices son aquí otras hermanas, rebeldes que trepan las barras intentando huir; potentes voces dolorosas y poderosa expresión corporal.
Hoy no hay Bodas de sangre, Yerma o, en general, la humedad femenina, reprimida y prohibida en nuestras ciudades. No se debe negar que este espectáculo es hermoso y muy perfecto. Pero el drama resulta más estético que verdadero. Lorca mostraba historias vivas, testimonios que nos sirven hoy para conocer aquel mundo; en este caso, se busca la espectacularidad, con un fondo de ficción. A Portaceli, tal vez esta transformación le hace perder la poética y, además, presiona las escenas con insuficiente realismo.
Enrique Centeno

domingo, 8 de noviembre de 2009

La casa de Bernarda Alba *

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Autor: Federico García Lorca.
Intérpretes: Margarita Lozano, María Galiana,
Concha Hidalgo, Aurora Sánchez, Ruth Gabriel,
Palmira Ferrer, Nuria Gallardo, Candela Fernández,
Mónica Cano, S. Barrio.
Iluminación: Juan Gómez Cornejo.
Escenografía: Ana Garay.
Dirección: Amelia Ochandiano.
Teatro: C. C. Villa de Madrid. (2.3.2007)
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El espectáculo, ante un escenario horroroso, presenta la más vulgar puesta en escena de La casa de Bernarda Alba. Se ha conseguido un reparto de cierto lujo que, desde la gran Margarita Lozano, hasta la última, carece de dirección y cada una hace lo que puede. Quizá se pueda acudir a esta función para ver el buen hacer de María Galiana, esta actriz de talento que durante años había hecho teatro de aficionados y que se lanzó como algo extraordinario.
E.C.

sábado, 7 de noviembre de 2009

Johnny cogió su fusil ***

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Autor: Dalton Trumbo.
Adaptación de Antonio Álamo, Jesus Cracio.
Intérpretes: Sergio Otegi, Beatriz Bergamín,

Ramón Pons, Paca Mencía, Marcos Fernández.
Iluminación: Pilar Velasco.
Imágenes: Miguel González.
Dirección: Jesús Cracio.
Teatro: Sala Cuarta Pared. (18.1.2007)

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Sobre una cama del hospital, permanece un resto humano. Vendado y oculta su cabeza destrozada, apenas puede conseguir, en su esfuerzo, movimientos en Morse que envían un SOS. Pide que se le mate, pide su derecho a la muerte digna de su cuerpo, sin brazos, sin piernas, ni boca ni ojos. El espectáculo nos provoca una tensión cercana al dolor del soldado y de la guerra.
Con este Jhonny, después de la II Guerra Mundial –igual que ante la de Vietnam-, el escritor Dalton Trumbo (1905-1976) nos mostró a un humano apenas con el fragmento de su mente y el cerebro. Es el grito contra la guerra que el autor pasó al cine, como director, perseguido por la “caza de brujas” en Hollywood, como tantos otros creadores libres. Lo que provoca esta completa mutilación, es la necesaria deserción del ejército, del poder y de la patria: ninguno de sus dueños recordarán esos fragmentos, que sí pasan a la mente del espectador. También les ocurrió a quienes vieron la película, a comienzo de los años 70. Esta representación teatral es el diccionario necesario ante la guerra actual. Cada día vemos nuevas cifras de caídos del ejército -sus soldados, no los generales- y su envío a la batalla. Así lo vio Dalton Trumbo, y lo mismo ahora con al llamada Guerra del Golfo. Esos poderes prepararon las batallas, incluso se reunieron entre ellos –como aquellos tres, incluyendo a España-, en las Azores, para comenzar el ataque ante el pánico y la oposición de los pueblos.
Esta adaptación teatral permite una puesta en escena rica, muy cuidada e interesantísima sobre el pasado histórico –testimonio de Jhonny-, y la vuelta a nuestro calendario actual. Su director, Jesús Cracio, pinta un espacio doble: en primer término, la habitación del hospital, en cuya cama, entre aparatos electrónicos y entubado para mantener la respiración, está el muchacho; en el espacio posterior, elevado y lejano, se presentan -en proyecciones- sus recuerdos y sueños de amor, el paso por la batalla en los campos, barricadas y vuelos de bombardeos.
Escuchamos la voz del soldado en off –su pensamiento- y vemos escenas representadas con la novia y con Jhonny -lo hace muy bien Sergio Otegui-, en sus uniones y despedidas. El audiovisual nos se llega casi a ver. Parecen dos personajes, porque el actor da la impresión de haber salido desde la cama angustiosa. Se duplica el actor Ramón Pons en el Coronel y el Padre, con diferentes discursos políticos, militares o filosóficos, en un mítin de lecciones hacia el público. La variación es difícil, y el resultado no es completo. La enfermera es Beatriz Bergamín, una actriz frecuente con este director. También se dobla en la joven muchacha. Impresiona su ternura, sus propias lágrimas de dolor. En su atención, consigue encontrar el contacto, a través de comunicaciones en Morse, a las que obedece, dolorosamente, entregandole antes su cariño y su último placer sexual. Es otro sentimiento intenso el que nos llega. La estética busca el pasado de la batalla –en brillante pantalla- con el terminado ser en la cama, y todo ello consigue hacernos temblar ante este drama.
Enrique Centeno

Harpía ●

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Autor, director, actor: Jorge Moreno.
Intérpretes: Davis Acera, Sonia Vázquez,

Cristina Cillero, J. Moreno.
Compañía: Konjuro Teatro.
Teatro: Círculo Bellas Artes (20.2.2007).

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De lado a lado del escenario se extiende una barricada con alambre. Ante ella, se mueven casi en paralelo frente a los espectadores, los cuatro personajes. Gritan los textos de un guión deformado en frases o conversaciones desinteresadas tras los levísimos minutos del principio. Son dos mujeres y dos hombres, con vestimentas y uniformes de la época del nazismo. Se supone que es una crítica o burla de Hitler. Este último lo hace Jorge Moreno, mal actor que también firma su obra Harpía y su supuesta dirección. La torpeza o ignorancia supera a cualquier aficionado, uno a uno y los cuatro juntos. Han venido de Asturias a la Muestra de Teatro de las Autonomías. Resulta imposible comprender por qué la tal compañía Konjuro está en él, celebrándose en el Círculo de Bellas Artes. Evitemos el mejor deseo de que títulos así no se repitan en las próximas.
E.C.

viernes, 6 de noviembre de 2009

Ítaca **

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Autor: Basado en La Odisea, de Homero, por F. Suárez.
Versión de Félix Grande.
Música: Juan de Pura.
Intérpretes: Antonio Medina, Alicia Agut, Vicky Lagos, Alejandro Albarracín,
Miguel Molina, Guillermo Montesinos, Esperanza Roy, Raquel Gribler,
Zulima Membra, Gorka Zubeldia, Damià Plensa, Paco Gallego, Pablo Menasanch,
Macarena Vargas, María Isasi.
Cantaores: Aurora Losada, Juan de Pura y coro.
Pablo Suéz (piano), Daniel Suárez, Nacho Arimany (percusión).
Vestuario: Alejandro Andújar.
Iluminación: Ramón Loredo.
Escenografía: Ricardo Sánchez.
Dramaturgia y Dirección: Francisco Suárez.
Teatro: Español. (14.11.2006)

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Una versión o visión de La Odisea, sirven a Félix Grande y a Francisco Suárez –también director- para este ambicioso espectáculo. La peripecia de esta historia decepciona, con un intento de poema épico sobre aquel largo viaje de Ulises, rey de Ítaca, plagado de aventuras con la victoria del regresar a casa y lograr la paz. Ya comprendimos que el montaje de Ítaca era una verdadera odisea de dos horas: a lo largo de errores o ignorancias, tanto en la dirección como en la compañía. Algunos intérpretes lo sabían bien y conseguían salvarse como podían.
Una hermosa escenografía –inquietante en sus contraluces- forma una estación de tren, ocupado por el pueblo gitano al que traslada el ejército de Hitler hacia el destierro y la muerte. Una Jefa de Estación, como un ángel aparecido que les entretiene leyéndoles el canto de Homero, así titulado. Fragmentos cortados; aventuras con moldes; acciones perdidas en tonos poéticos; con acciones de escenas ingenuas. La lectura pertenece a diferentes capítulos, que los gitanos van intentando representar en el andén. Un retablo lleno de arte flamenco, bailes y canciones que entusiasman. Esta obra teatral no consigue llegar al argumento dramático, como tampoco se trata de danza española. Se monta alrededor de un viaje a Ítaca, desde la India a Europa, en su ataque para la extinción en la Guerra Mundial. Siempre con bailes y canciones tópicas, muy alejadas de la poesía homérica. Por allí andan algunos calós como actores de personajes, con voces sobre una falsilla pobre, que disminuyen al pretendido Ulises.
Sea verdad o no, se afirma que Homero fue ciego, poeta andante cuyos versos fueron pasados al papel después de varios años. Este director posee vista, naturalmente. Pero a penas sentido del ritmo y de la construcción, a costa de la creación textual del reconocido poeta Félix Grande. Hemos leído después sus versos para la función, y no llegamos a comprender que desciendan en este montaje. Algunos actores logran salir con dignidad, como Alicia Agut, Vicky Lagos, Guillermo Montesinos, Antonio Medina y Esperanza Roy –con un monólogo de aplausos- en el interminable reparto. El resultado, queda dicho, no puede resistir los cantos de sirenas, por mucho que ayuden los cantaores y las guitarras.
La última escena regresa a la realidad de la estación. Aquí, el pueblo gitano, tras terminar la parada del tren, será conducido en esos vagones hacia la muerte. Un final estéticamente conseguido, como en muchas escenas de esta gran producción.
Enrique Centeno

martes, 3 de noviembre de 2009

Faust Fantasía **

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Autor: Goethe (Versión de Peter Stein).
Intérprete y dirección: Peter Stein.
Piano: Giovanni Vitaletti.
Colaboración artística: Luciano Colavero.
Teatro: Español. (20.5.2007)

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Un atril con el texto y un pianista bajo las luces sencillas. Al gran director, conocido sobre todo por su carrera en el Teatro Schaubühme de Alemania, nunca le habíamos visto sobre la escena. Su adaptación sobre el Fausto, de Goethe, toma en su voz una gran riqueza de tonos y gestos de los personajes, como el Malistófano, la joven que enamora o el propio Fausto, creando emociones, encantos y pasiones entre los espectadores, que lo siguen en sobretítulos.
El relato se detiene en los distintos actos para escuchar en este cálido ambiente el concierto extraordinario de pianista Vitalleti. Es difícil saber cuál de ambos artistas nos seduce más. La música señala las diferentes pasiones mientras el actor, Stein, espera centrándose o acercándose, a veces oculto tras el piano. Las voces canturrean, cambian sus sonidos para representar a los hombres y a la muchacha. Tan sólo algo más de una hora, nos sabe a poco tanta gozada en esta Concierto de piano y voz recitante.
Enrique Centeno

lunes, 2 de noviembre de 2009

Eileen Shakespeare ***

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Autor: Fabrice Melquiot.
Traducción de Helena Tomero.
Intérprete: Elena Fortuny.
Escenografía: Marta Gil Polo, Cristina Ayala.
Vestuario: Isabel Franco.
Iluminación: Sylvia Kuchinow.
Dirección: Marta Gil Polo.
Compañía Tantarantana.
Teatro: Cuarta Pared. (29.10.2009)

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Este título de Eileen Shakespeare era incomprensible, y vimos que se trataba del nombre que ha otorgado el autor francés, Fabrice Melquiot (1972), sustituyendo, o imaginando, a una mujer con el mismo apellido de William Shakespeare. Ella se convertirá en una vida dolorosa, injustamente fracasada hasta su tragedia.
La primera luz de la función es un pequeño cenital que ilumina unos zapatos blancos que calza este personaje. Representa el recuerdo de una infancia carente de educación, sin enseñanza; desprecios y castigos físicos, donde esta Eileen empieza a interpretar escenas en las que su padre le golpeaba. Irá contando su biografía tras situar, en el borde del escenario, una colección de calzados, como candilejas de un deseado teatro; blancos, grises, azules: sus escenas recorrerán su biografía. Quiere el autor ir pasando desde el siglo XVI hasta hoy, partiendo de William frente a Eileen. Es una discutible comparación con la propia hija se Shakespeare, efectivamente analfabeta.
El texto es duro y cruel, escrito con una sensibilidad poética. Y la actriz va recorriendo los años; al principio, con un cierto humor, que pronto se convierte en aquella sumisión, órdenes hasta la desnudez. A la formidable actriz Elena Fortuny parece haberle desaparecido el personaje, integrándolo a sí misma. Muestra su apellido con una insinuada gola y falso bigote con perilla, que le acercan al autor y actor Shakespeare, en la inglesa época isabelina que a ella le prohibía actuar y donde era despreciada su capacidad para escribir. Es Eileen un personaje entre burlas y mercado de mujeres. Y rompe el tiempo, en alguna ocasión, con las grandes autoras de hoy, mencionando a Simone de Beauvoir, Virginia Wolf, Mercè Rodoreda o Ana María Matute –tal vez me equivoco de nombres- tras haber conseguido ya sus valores.
Fue éste un estreno agradecido, porque vemos habitualmente muchos intentos, por aquí y por allá, aspirantes a escribir monólogos desastrosos, a veces con pretensiones feministas; pero en esta ocasión, afortunadamente, se encuentra a un dramaturgo capaz de crear un texto teatral para un único personaje.
Al fondo de este escenario hay una especie de muro brillante, como un espejo que refleja al personaje –sus creadoras son Marta Gil Polo y Cristina Ayala-, iluminado, riquísimamente, por Sylvia Kuchinow, en verdaderas pinturas cambiantes, entre tonos de tinieblas, de gritos, mares o cárceles, lugares del nunca o del allá, que se apoyan también con imágenes de video.
Nos figuramos a la directora, Marta Gil Polo, peleando, empujando, frenando, corriendo y arrastrando a la actriz. Sin su precisión, de gran trabajo y sabiduría, esta función no hubiera conseguido el éxito de esta hermosa obra.
Enrique Centeno