Autor: Federico García Lorca.
Intérpretes: Marta Juániz, Maiken Beitia, Emi Ekay,
Carol Verano, Leire Barkos, Belén Otxotorena,
Leire Ruiz, Pilartxo Murárriz.
Escenografía: Paco Azorín.
Vestuario: Javier Sáez.
Dirección: Carme Portaceli.
Teatro: Español (7.9.2006).
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Requebrar el original de Lorca es muy frecuente. En este caso se trata de la directora Carme Portaceli, siempre con montajes importantes, tanto por su creación como en intenso trabajo de actores –actrices, en este caso-, un conocimiento poco común en nuestros teatros.
El paso por nuestras escenas de La casa de Bernarda Alba suele ofrecer reflexiones y atrevimientos. Recordábamos aquel sorprendente útero, seco, que hizo Ángel Facio –un escandaloso-, hace treinta años, en el que un hombre interpretó a la Bernarda, concretamente el magnífico actor Luis Merlo, ya desaparecido. A Juan Carlos Plaza le tentó también, y dirigió un inolvidable espectáculo para el Teatro Español quince años después (1984) -con un reparto impresionante, desde Berta Riaza y Ana Belén, hasta Aurora Redondo-; en una caserón arquitectónico blanco, de salidas cerradas entre muros fríos y espacios de corredore

Portaceli busca la ruptura -con la compañía de Gayarre, Pamplona-, con un estupendo reparto cuyas actrices son aquí otras hermanas, rebeldes que trepan las barras intentando huir; potentes voces dolorosas y poderosa expresión corporal.
Hoy no hay Bodas de sangre, Yerma o, en general, la humedad femenina, reprimida y prohibida en nuestras ciudades. No se debe negar que este espectáculo es hermoso y muy perfecto. Pero el drama resulta más estético que verdadero. Lorca mostraba historias vivas, testimonios que nos sirven hoy para conocer aquel mundo; en este caso, se busca la espectacularidad, con un fondo de ficción. A Portaceli, tal vez esta transformación le hace perder la poética y, además, presiona las escenas con insuficiente realismo.
Enrique Centeno
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