Autor: Tirso de Molina.
Versión: Yolanda Pallín.
Intérpretes: Jaime Soler, Arturo Querejeta, Francisco Rojas.
Versión: Yolanda Pallín.
Intérpretes: Jaime Soler, Arturo Querejeta, Francisco Rojas.
Mon Ceballos, Íñigo Rodríquez Claro, Eva Trancón, Muriel Sánchez,
Daniel Albaladejo, Ángel Marrón Jiménez, Jesús Hierónides,
Jesús Calvo, Francisco Vila, Juan Meseguer, José Vicente Ramos,
Rebeca Hernando, Sara Águeda (arpa).
Imagen de video: Fernano Embid.
Iluminación: Pedro Yagüe.
Vestuario: Montse Amenós.
Escenografía: Elisa Sanz.
Dirección: Carlos Aladro.
Teatro: Pavón. (Compañía Nacional de Teatro Clásico, CNTC)
Imagen de video: Fernano Embid.
Iluminación: Pedro Yagüe.
Vestuario: Montse Amenós.
Escenografía: Elisa Sanz.
Dirección: Carlos Aladro.
Teatro: Pavón. (Compañía Nacional de Teatro Clásico, CNTC)
(10.2.2010)
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Son comentarios nada esenciales para juzgar este montaje. La obra ha sido enormemente abreviada en la versión de Yolanda Pallín -excelente autora-, a quien también le han sido encargadas otras versiones por la Compañía Nacional de Teatro Clásico. No puedo jurarlo, pero ni ella ni el director, Carlos Aladro, tienen la menor religiosidad. Les interesa más algunos efectos, y se burlan continuamente de la propia historia del condenado Paulo –que lo hace como puede Jaime Soler-, del salvador Enrico –es un buen actor Daniel Albaladejo-, o de ese servidor Pedrico –está brillantísimo Arturo Querejeta- que entre invenciones de gestos, juegos de frases indefinidas –cercanas al morcilleo- en tonos de burla, buscan las carcajadas, a espaldas del místico ermitaño. Nos reímos del demonio, de los ángeles, de la chulería españolista de Enrico. A mí no me parece mal que se quieran divertir: seguro que no intentan ofender a nadie en este teatro religioso. Otra cosa distinta, es que en la CNTC se permita mentir la realidad de la obra, su escritura y su importancia en la sociedad del XVII, si se desea dar a conocer los dramas tal como son. (Recordamos cómo entre fieles o ateos, quedamos todos entusiasmados por la enseñanza de aquel teatro y su fidelidad, en un montaje formidable que hizo el recordado José Tamayo con El gran teatro del Mundo, eligiendo la Basílica de San Francisco el Grande. Así se enseñaba aquella cultura). Este espectáculo debe avisar, no ya de que lo firme Pallín como versión, sino de la transformación o reescritura sobre El condenado.
Todo es un disparate: ni religioso, ni comediante, ni entretenido, ni con un escenario aceptable. El reparto, es mejor no indicar cómo se las arregla. Ninguno de los intérpretes es responsable del resultado, con una decena de creadores que salieron también a saludar el día del estreno. Uno de los versos oídos –o no- nos gustó: “Tan malo tengo de ser/ como él, y peor si puedo”.
Enrique Centeno
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