sábado, 3 de abril de 2010

La mujer del sexo tatuado ***

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Autores: Mario Zorrilla y Mariano Hossorno.

Intérprete: Mario Zorrilla.
Dirección: Luis Araújo.
Teatro: Las Aguas. (2.2010)
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Siempre acudimos a ver un monólogo con desconfianza. Casi todo el mundo se atreve a comerse el escenario y exhibir su creída genialidad. No se asusten, porque La mujer del sexo tatuado es una función magnífica cuyo texto han escrito el propio actor, Mario Zorrilla, y Mariano Hossorno.
Es un cuento dramático, la historia sentimental del viejo marinero arrastrado y abandonado en el rincón de un malecón. Este vagabundo, con la botella de ginebra, va contando sus dolores, la tragedia que le sumió. Y descubrimos, de pronto, que en un bulto cubierto por una vieja manta, yacía el cadáver de un colega. Se arrastra, se arrodilla a su lado, camina torpemente sin alejarse del muelle, y va explicándole cómo incumplió su regreso junto a la mujer apasionada. Y le lee una vieja carta de amor que recibió, hacía muchos años, pidiéndole su regreso. Él terminó por cruzar el mar hacia el país donde la dejó. Encontró que su amada, destruida, vivió en la degeneración, hasta llegar al asesinato y su suicidio. Nos recordaba esta historia en la que se embarcó el amado marinero: “Él vino en un barco, de nombre extranjero, / lo encontré en el puerto un anochecer…”. Es la popular copla Tatuaje, que contiene varias coincidencias con este argumento, y aquí, con su sexo tatuado, debió caminar “de mostrador en mostrador” –citamos de nuevo aquella canción- hasta transformarse en un enloquecimiento. Este poético texto, durísimo –con algunos versos pertenecientes a Javier Egea y José María Heredia Mayo-, es interpretado por Mario Zorrilla con emoción, con voces entre lamentos y sollozos en tonos susurrados o lanzadas, sin piedad para estremecer al público. Un personaje difícil, lo hace formidablemente. La función la ha dirigido Luis Araújo, y entre los dos han logrado un ritmo entre pausas y cadencias, desde la expresión al naturalismo. Yo lo vi mucho después del estreno, y el público quedaba encogido para pasar a los intensos aplausos.
Enrique Centeno

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