domingo, 22 de mayo de 2011

El viento en un violín ***

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Autor, dirección y escenografía: Claudio Tocalchir.
Intérpretes: Inda Lavalle, Tamara Kiper, Miriam Odorico,
Araceli Dvoskin, Lautaro Perotti.
Santiago: Gonzalo Ruiz.
Teatro: El Matadero. (18.5.2011)
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La madre, Lena, es una burguesita y posesiva dominante de su despistado hijo, dormilón y vago. En esta casa, la empleada ayuda y soporta, pacientemente, los nervios cercanos a la histeria. Y vemos, en la segunda escena, su modesta vivienda. Es Celeste viuda como la señora, perteneciente a una generación que, en su cariño, aceptará que su hija, Merche, conviva en la casa con el amor de Dora –su pareja lesbiana-, formando una relación entrañable, que tira de ella, ayuda y anima su fragilidad en su limitada vida, ya marcada.
    El autor argentino Claudio Tolcachir (1975) organiza esta obra con un gran riqueza y construcción: dos sociedades –alternativamente va la acción de uno a otro mundo, con situaciones permanentemente vivas- con enfrentamientos llenos de humor. También añade el autor a un personaje fronterizo, psicólogo en este Buenos Aires. Aún es joven el especialista, Santiago, y en su consulta, atiende a Darío de un modo que cuesta contener las carcajadas para no detener los diálogos. La mandona madre Lena, que envía allí a su hijo, ahora aparecerá en la consulta, definitivamente retratada por Tolcachir como un personaje burlesco.
    Teatro cercano al sainete, con una especie de drama-cómico. El texto tiene tanta vida, que no sería difícil montarlo con éxito. Pero aquí es mucho más, porque el reparto los forman seis personajes en esa singular categoría y dominio del escenario tan frecuente en las compañías argentinas. La actriz Inda Lavalle arranca la función saltando de la cama, presentando enseguida a Lena: durante toda la representación podría ser odiosa, pero tiene ese juego entre el humor y la realidad. Y a su lado, aparece también la sumisa Celeste, cuya inocencia y generosidad hace Tamara Koper, una mujer popular, discreta y silenciosa que es la madre más tierna que se pueda tener.
    Lautaro Perotti interpreta al muchacho Darío que ocupa el diván, con una larga conversación con Santiago: es un santo el psicólogo que interpreta el estupendo actor Gonzalo Ruiz. Él pregunta, usa las debidas respuestas, y va regateando para convertir sus relaciones. Una más de las formidables construcciones. La femenina y débil Merche se somete a momentos duros en su forzada sexualidad con un hombre –Dario-, y el creador lo entremezcla con la comedia con habilidad. Lo hace muy bien Miriam Odorico, e, igualmente, interpreta con talento Araceli Dvoskin esa masculinidad de la enamorada Dora. Es seguro que ha ayudado la dirección, pero la verdad es que siempre vemos la dramaturgia actoral del estilo que nos regalan los argentinos.
Enrique Centeno

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