martes, 17 de enero de 2012

Tío Vania ***

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Autor: Antón Chéjov.
Versión: Santiago Sánchez
Intérpretes: Rosana Pastor, Carles Montoliu, Sandro Cordero,
Xus Romero, Vicente Cuesta, Paca Ojea, Carles Castillo, 
Carmen Arévalo.
Escenografía: Dino Ibáñez.
Vestuario: Elena Sánchez Canales.
Iluminación: Rafael Mojas y Félix Marga.
Dirección: Santiago Sánchez.
Teatro: El Canal. (12.1. 2012)
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El fracaso de los amores
El doctor Astrof es un entrañable personaje. Es la soledad de la naturaleza, el gozo en sus paseos entre las plantas y los bosques. Expresa sus sentimientos en un largo texto hermosísimo; un canto poético que casi lo relacionamos con una égloga garcilasiana. Pero hay otro amor oculto, imposible; la esposa de Serebriakov, dueño de esta finca donde transcurre la acción.
  Le sirve a Chéjov este lugar para mostrar un encuentro familiar plagado de problemas, de encuentros tensos y críticos. Es el primer testimonio del autor mostrado en El tío Vania,  anterior a la decadencia social en su El jardín de los cerezos –quizá el más grande de su obra-, ya en el año inmediato a la  Revolución bolchevique.
Perteneció nuestro autor al Teatro del Arte de Moscú, renovador -al que se dedicó el nombre de La Gaviota- cuyo avance, con Chéjov, se debió al creador y director Stanislavski. Lo mencionamos a propósito de este estupendo montaje de Tío Vania  que nos ha ofrecido la compañía valenciana L’Om Imprevís. Es verdad que el trabajo actoral es ejemplar, en manos del director Santiago Sánchez, siguiendo las lecciones del ruso. Y, sin embargo, no puede aletear el naturalismo.
    La obra se representa en un espacio libre y sin decorado. Sus personajes actúan sobre la sencilla moqueta roja. Es difícil entender este drama realista; imaginarse el mundo en el que se introdujo Chéjov; sumirnos en esa explotada finca y en su caserón; de ver los abusos de Serebriakov de los poderes desnudos. Sánchez sí ha contado con la creación de actores bien conocedores de las leyes de Stanislavski, sin utilizar la conocida  cuarta pared –cerrada- obligatoria en las tendencias, ni siquiera una sola pared o las ventanas por las que se ven los lugares. Incluso el público puede ocupar los laterales abiertos. Se rechazará o no el testimonio de aquella Rusia prerrevolucionaria que nos enseña Chéjov y que nos obliga imaginar aquella sociedad. No importa. El hecho es que el público se entrega entre los actores y los personajes. Es el regalo de un reparto formidable, la mayor parte de los intérpretes ya usuales en L’Om Imprevis. El sencillo Doctor Astrof, ya mencionado, enternece en su soñado amor hacia Helena, y lo retrata con brillantez Carles Montoliu. Y la bella y joven esposa del dueño, con su inteligencia endulzada por la actriz Rosana Pastor. Es la segunda esposa del supuesto intelectual, conservador y terrateniente de su posesión, hostil y soberbio como en un sillón real: interpreta este Profesor Serebriakov el actor Vicente Cuesta. Es Sonia,  hija del primer matrimonio, quien permanecerá siempre –así continuará, como asegura al final-, trabajando 
en la finca, con  su imposible deseo de unirse a suTío Vania –cuñado-, creación formidable del actor Xus Romero. Sandro Cordero -otro veterano de la Compañía- se transforma en el principal personaje, el familiar Vania, trabajador, admirador  y confiado de Serebriakov; sumiso y  ocupado, reaccionará  después descubriendo el falso prestigio de ese sujeto. Paca Ojea, conocida en décadas como obediente al “Método” –Stanislavski- demuestra su talento en la nodriza Marina. El viejo amigo Teleguín destacará en sus intervenciones, como en su guitarra que hace bailar a toda la familia; lo hace con mucha brillantez Carles Castillo. Y en su aparente secundario, la viuda se perfecciona estupendamente con Carmen Arévalo.
    Solo con excelentes actores es posible representar ejemplarmente a este Chéjov maestro en la creación del naturalismo en conocimientos e incomparables textos. Y aquí, todo es perfecto; aun sin escenario.
Enrique Centeno

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