miércoles, 11 de enero de 2012

La tienda de los horrores ***

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Autores: A. Menken y H. Ashman. 
Adaptación de Mateu y Conde. 
Intérpretes: Aurora Frías, Ángel Llácer, Miquel Ángel Mateo, 
Joan Carreras, Yolanda Garzón, María Blanco,Lu Carlevaro, 
Carlos Lázaro. 
Vestuario: Ángel Camarata. 
Escenografía: Trapos y trastos 
Dirección musical: Manu Guix. 
Dirección: Víctor Conde. 
Teatro: Avenida. (10.1.2000)
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Una planta tierna y voraz

Tiene ya casi cuatro décadas y forma parte del repertorio habitual de los musicales, con tanto éxito, que fue incluso llevada al cine, donde repitió aplausos. Ahora no ha sido “traída” a Madrid, sino que se estrena como una producción propia de Enrique Cornejo. Desde el recuperado teatro Avenida, competirá, en la Gran Vía madrileña –esa cuyos formidables cartelones de cine y teatro quiere suprimir el Alcalde ignorando que son patrimonio de la ciudad, mucho más que la hortera estatua de La violetera que ha hecho plantar al inicio de la calle-, competirá, con un monstruo vecino, La bella y la Bestia; este sí, importado. 
Una pequeña planta, en su triste tienda, se manifieste carnívora, y comience a crecer, y crecer, en su insaciable voracidad que le permite al libretista, Menken, un doble juego que va más allá de la pura comicidad de las situaciones. Porque ésta resulta ser no sólo simpática, sino justiciera –se zampa al indeseable dueño-, hasta llegar a un holocausto,  con un drama final que, eso sí, se muestra sin renunciar al humor. Hay, por otra parte, una historia de amor, que se resuelve -como el espectador desea- con los cánones del género:  un antihéroe –Seymour, estupendamente hecho y cantado por Ángel Llázer-, y una seductora muchacha –es la magnífica Aurora Frías, atractiva, llena de gracia, de excelente voz-, maltratada por el galán apuesto y cuyo final se adivina y se espera. 
No tiene este musical la apabullante producción en el reparto, escenografías, luces, sonidos y demás elementos. Es poco más que un musical de bolsillo, pero posee gracia, está muy bien dirigido, estupendamente cantado –rock clásico, con canciones vertidas al castellano con habilidad-, y todo él rezuma una especial frescura, una forma de hacer que contrasta con la grandeza del monstruos y de la bella; se agradece, porque además se trata de un espectáculo con una taquilla más accesible para el público.
Enrique Centeno 

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