lunes, 30 de abril de 2012

Criminal ***

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Autor: Javier Daulte.
Intérpretes: Sara Torres, Eduardo Recabarren, Alberto
Merchante, Jonás Merino.
Dirección: Guillermo Heras.
Teatro; Mirador. (10.3.2000)
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Criminales y embusteros


Aquí todo el mundo miente y engaña. La protagonista, Diana, ha llegado a dar la vuelta a la propia mentira: asegura que finge los orgasmos, pero lo que sorprende es que tal falsedad consiste en que, cuando está enojada, hace como que no los tiene. Esta es una vuelta de tuerca permanente, un juego de mentiras que crece con progresión geométrica entre los cuatro personajes de Criminal, siempre en clave de humor, a veces rondando lo macabro, cruel  pero desternillante en su audacia.
    El juego es posible a partir de la creación de los personajes ideales para el engaño: un matrimonio y dos psicoanalistas. La infidelidad, la homosexualidad, la mentira como sustento, se entremezclan entre ellos en un cruce de relaciones a cuatro bandas, con un juego escénico y una textualidad rica, experta, conocedora de recursos y muy bien encajada en sus numerosas escenas.
    El autor, Javier Daulte, es un argentino formado en el teatro Pairó, de Buenos Aires, y creemos que es éste su primer y feliz estreno entre nosotros. El dato de su nacionalidad es interesante en esta puesta en escena, porque los dos psicoanalistas de la función son argentinos, y lo son también sus intérpretes. Lo cual produce entre nosotros una eficacia singular, porque a la caricatura del autor se suma la del propio espectador que puede jugar con el tópico del psiquiatra argentino, creando así un baile que, si no buscado en el texto original, saben muy bien, en esta puesta en escena, aprovechar todo con inteligencia. Sus actores son espléndidos, con esa laboriosidad con la que se trabaja Nuevo Repertorio, la escuela de Cristina Rota. Y dirige Guillermo Heras en una escenificación limpia, sin contaminación con elemento alguno que traicione el servicio al texto. Espacios diferentes -cuatro en total- que se iluminan alternativamente creando las guaridas respectivas como en un tablero de parchís. Y mueve Heras las fichas con sabiduría, con el ritmo exacto para que se vayan devorando unas a otras. Se disfruta esta función, que no tiene, por otro lado, más pretensiones que el juego de la crueldad, la dimensión embustera del ser humano.
Enrique Centeno

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