jueves, 12 de abril de 2012

Galileo Galilei ****

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Autor: Bertolt Brecht.
Traducción de Miguel Sáenz.
Intérpretes: Vicente Cuesta, Paca Ojea, Carles Montoliu, 
Xus Romero, Xuacu Carballido, Juan Mandli, Sandro 
Cordero, Fran Sariego, Sergio Gayol, Carles Roselló. 
Figurines: Sue Plummer. 
Escenografía: Dino Ibáñez. 
Dirección: Santiago Sánchez. 
Lugar: Círculo de Bellas Artes. (13.1.2000)
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Florencia va bien
Vimos esta obra el mismo día en que se hacía público el informe de la SGAE sobre consumo cultural de los españoles, según el cual, el 25% de ellos no asiste jamás al teatro. Y, sin embargo, el otro día no cabía un alfiler en el amplio teatro del Círculo de Bellas Artes, a pesar de que no era función de estreno. Nos mirábamos con complicidad  los cientos de espectadores sabedores de nuestro privilegio de poder asistir a esa ceremonia artística, y asamblearia, que constituye cada representación. Y estremecía, a propósito de ello, el que Bertolt Brecht haga soñar a su personaje, Galileo, del que hasta las verduleras hablen de Astronomía en los mercados, como signo de divulgación y desarrollo del nuevo Humanismo. No lo consiguió el físico, naturalmente, pero Brecht nos muestra en esta obra su propio sueño, su ambición de un mundo socialmente igualitario.
Lo que vería el marxista Brecht¡ hoy, entre nosotros, como ha señalado la SGAE en su estudio, sería un mundo en el que el consumo de cultura consiste, sobre todo, en ir a comer palomitas a las salas de cine y zamparse una hamburguesa a la salida. Y uno no puede, por lo menos, sentirse trasladado a la sociedad florentina que se presenta en Galileo Galilei: ignorante, inculta reaccionaria y seguidista. “Florencia va bien”, dicen sus fuerzas fácticas en esta traducción. Ah, de aquellos polvos nacieron estos lodos –al dramaturgo le entusiasmaban los proverbios-, y nuestra sociedad ha sabido asumir bien la incultura que se le ha impuesto en los últimos 20 años.
    Lo más grande de Brecht es que siempre invita a la reflexión, como se ve, y por eso su teatro tiene una vigencia que casi asusta. Tiene más cosas, claro está: su innovador sentido de la escena como espacio lúdico; sus nuevas fórmulas frente al teatro naturalista; su apelación a los actores para que no dejen de ser ellos mismos, ni aun en escena. Cualquier intento del olvido hacia el creador, será inútil, aunque aparezca en nuestra escena sólo ocasionalmente. Y aunque sólo un 25% de la población asista al teatro, es seguro que éste sobrevivirá al estado de la alienación, como el “e pur se muove”, ese obstinado “pero se mueve”, que a Galileo le costó la ruina cuando se refería así a la Tierra. (Aquí se apostató a Brecht, en los tiempos en que se edulcoraban los himnos revolucionarios, los logotipos y los programas políticos: sería ingenuo pensar que fue una coincidencia, pero es seguro que la sociedad tardará menos en recobrarle que lo que tardó la Iglesia en reconocer su error, 400 años después, por la condena de Galileo).
 Debería el crítico referirse específicamente a esta puesta en escena, pero ya se comprenderá que toda la reflexión que suscita procede del estupendo trabajo de la compañía. Rezuma sinceridad, sensibilidad, imaginación y un formidable desentrañamiento de los textos. Los más importantes, aunque no los únicos, los dice Vicente Cuesta en uno de los mejores trabajos de su carrera, aunque en este montaje, coral, la treintena de personajes son siempre excelentemente interpretados, desde la veterana Paca Ojea hasta los más jóvenes. Ha dirigido con mucha inteligencia Santiago Sánchez, con una escenografía exacta para este tipo de teatro épico. Podrían ponerse algunos peros, mas se impone el agradecimiento a esta compañía. Y la recomendación a usted, el lector, de este Galileo Galilei que nos devuelve nuestra memoria y nuestra consciencia.
Enrique Centeno

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