Autor:
Raymond Cousse.
Versión de Juli
Leal.
Intérprete:
Santiago Sánchez.
Escenografía:
Dino Ibáñez.
Dirección:
Rymond Cousse.
(Compañía Imprevis
Teatro: Alfil.
(21.3.2000)
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Charlas de un niño
Marcelino es un
niño fisgón que lo ve casi todo a través de los ojos de las cerradu- ras. De sus
visiones ob- tiene imáge- nes, y com- portamientos distintos a los que el público
es- cucha, y a la moral que se le trata de impartir, desde los distintos ámbitos,
del poder (la familia, el maestro, el Estado). Y cuenta esas contradicciones,
con una inocente perversidad. Es un Manolito Gafotas, para entendernos, pero
mucho más cáustico, cruel, escatológico, ácrata.
El actor –adulto-,
debe someterse a un trabajo muy singular, el de imitar a ese chiquillo, lo cual
obliga a un estilo infatiloide que se contradice, en parte, con las cosas que el
cuenta. Y, sobre todo, debe evitar el peligro de un cierto soniquete, para
evitar la monotonía. No lo consigue Santiago Sánchez, o al menos no
completamente, y hay momentos en los que cansa su estilo. También el texto, que
se estrenó hace una década, y que en Madrid se vio en dos montajes diferentes
en salas alternativas. Éste lo dirigió personalmente su autor, Raymond Cousse,
el dramaturgo francés ya desaparecido, autor de otro éxito sonado, EL cerdo.
Da la impresión de
que, con los años, o quizá con el crecimiento de una escena audaz, en los temas
que se tratan, la obra acusa cierto envejecimiento. Lo cual no significa que
haya perdido su valor dramático, su excelente escritura –muy bien versionada,
ni toda su eficacia crítica, a juzgar por la reacción del público del estreno.
Que aplaudió mucho al único actor, cuyo esfuerzo evidente debía ser
recompensado.
Enrique Centeno
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