miércoles, 16 de marzo de 2011

Woyzeck ***


Woyzeck o la tragedia sin misterios
__________________________________________________
Autor: Georg Büchner.
Intérpretes: Eusebio Lázaro, Marina Saura,
Manuel de Blas, Miguel Gallardo, Eduardo Mac  Gregor,
Carlos Manuel Díaz, Eva del Palacio, Paco Plaza,
Jorge Viroga, José Luis Sanjuán, Mauro Muñiz, Amador Rehak.
Vestuario: Antonio Cascales.
Escenografía: Antonio Saura.
Versión y dirección: Eusebio Lázaro.
Teatro: Martín. (1.3.1985)
_________________________________________________

El soldado Woyzek, "fusilero del 2º Regimiento", tenía 30 años cuando fue ejecutado por acuchillar a su mujer. George Büchner, médico interesado por los mecanismos del comportamiento humano, conoció el hecho por los atestados judiciales del caso e imaginó su historia, que no llegó a terminar por su prematura muerte a los 24 años (1837).
    Perseguido por sus actividades revolucionarias, Büchner representa, junto con otros autores de su tiempo, el momento de ruptura con una dramaturgia lineal y orgánica que basaba sus tragedias en la grandeza del héroe, en la predestinación sacralizada y en la catarsis. Nos referimos al drama romántico, que cronológicamente hubiera correspondido hacer a este verdadero precursor.
   ¿Qué móviles podrían haber llevado al soldado Woyzeck a degollar a su mujer? La primera consideración de Büchner es tratar y concebir al personaje como un verdadero proletario o servidor, como un criado del ejército. La innovación acababa de producirse al elevar a un criado a la categoría de protagonista; pero, además, el héroe clásico será reemplazado por un hombre débil, cargado de taras, y sus acciones se dispersarán en el tiempo y en el espacio para presentar, fraccionadamente (es una sucesión de breves y condensadísimas escenas), los elementos externos que van condicionando su conducta. Estas consideraciones -a las que podríamos añadir muchas más- son suficientes, como se ve, para que Woyzeck sea valorada como una obra premonitoria, un texto que anuncia los nuevos caminos del teatro contemporáneo.

La conciencia del débil

Woyzeck no puede verbalizar sus miserias, lo cual no significa -en ello consiste uno de los espléndidos hallazgos de Büchner- que no las sienta. Sabe que es "un pobre hombre", nota el acoso al que es sometido por su capitán, por el doctor cientifista que le utiliza como conejillo de experimentación, por un mundo, en suma, que se recrea en su miserable condición, y que incluso llega a disfrturar -así lo hace su capitán- recordándole que aún le quedan interminables años de existencia, en la proverbial escena primera -la tercera en el montaje que hemos visto- en las que el soldado afeita a su amo y soporta sus contradictorias filosofías. Pero Woyzeck, aunque no verbalice, piensa, intuye su soledad, su explotación; sabe que la moral, la "virtud" burguesa que se le exige, es sólo patrimonio de quienes poseen la riqueza: él no puede ser "virtuoso". Por eso constituye un peligro, precisamente por su pura y simple condición de desheredado: "vas por el mundo como una navaja abierta", le dice su capitán, y añade después: "y las navajas cortan".
    El asesinato de su propia mujer -en cuya "infidelidad" reside una transgresora y hermosísima grandeza-, víctima también de la situación doblemente opresora, como desheredada y como mujer, constituye, en definitiva, el ciego acto de rebelión del soldado.
    El montaje que ha concebido Eusebio Lázaro no deja fisura alguna en los elementos que van configurando al personaje, de modo que cada escena potencia su nuclearidad y marca, al mismo tiempo, la progresión en la comprensión de Woyzeck. En la misma línea de rigor está su propia interpretación y la dirección de los demás personajes, muy especialmente en la simplicidad y grandeza de María, para cuya interpretación Marina Saura ha sabido desdeñar tentadores y fáciles recursos.
    Antonio Saura ha creado casi un antiespacio escénico abierto, infinito, que permite la multiplicidad de acciones con un elemento escenográfico fijo, pleno de sugerencia, que conforma una síntesis plástica de muchos ismos y que otorga al montaje su necesaria universalidad.
    La gran dificultad del montaje es sin duda la vertiginosa sucesión de las 27 rápidas escenas, en las que forzosamente se producen altibajos. En todo caso, bienvenido sea este Woyzeck, a pesar de opiniones contrarias que escuchamos a la salida la noche de su estreno.
Enrique Centeno

No hay comentarios: