lunes, 1 de agosto de 2011

Las amistades peligrosas *

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Autor: Cristopher Hampton.
Intérpretes: Amparo Larrañaga, Toni Cantó,
Maribel Verdú, Nicolás Belmonte, Inge Martín, Carmen Bernardos,
Susana Hernández, Francisco Déniz, Esther Acevedo.
Vestuario: Patricia Hitos.
Escenografía: Gerardo Trotti.
Dirección: Ernesto Caballero.
Teatro: Albéniz. (15.2.2001)
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Ricos, famosos y despreciables


Contemporáneo de Diderot, de Rousseau o de Voltaire, Laclos fue un narrador más bien menor. Esta obra suya ha sido redescubierta y popularizada gracias a la versión teatral de Christopher Hampton. Ha sido tentación de grandes compañías y se llevó incluso con mucho éxito a la pantalla. Suele decirse que lo que el autor pretendía era denunciar a una clase decadente que había perdido todo tipo de valores. Mujeres casquivanas y vacías, hombres seductores, una sociedad en la que imperaba eso que suele llamarse promiscuidad: con infidelidades, corrupciones, engaños y traiciones tan propias de la decadencia dieciochesca inequívocamente francesa. No se quiere admitir que, en realidad, lo que la obra contiene es un juego de concupiscencia, una especie de comedia de enredo sensual donde cualquier ventana al exterior permanece cerrada y únicamente importa el cruce de sexos, de amoríos, de cuernos y seducciones. Una interpretación que recuerda al socarrón Fernando de Rojas cuando, para justificar el adulterio, el asesinato y la traición de La Celestina, y de paso librarse de la Inquisición, escribió en el prólogo que todo aquello debería ser ejemplo de lo que no debe hacerse.
    En la escena final de Las amistades peligrosas, un personaje afirma que se encuentran ya cerca del año 1789. Fue el de la Revolución Francesa, y Ernesto Caballero, el director, concluye el espectáculo con unas proyecciones, en sombras, de aquellas guillotinas que caracterizaron aquel momento histórico; como si cayeran sobre todos ellos, como si quisiera hacer ver que toda la historia contada durante dos horas, es, en realidad, merecedora de la condena, de la decapitación. Y, sin embargo, la tentación de recrearse en ella, en esos personajes abominables, parece superior a toda moraleja.
   Para ese regodeo en una historia sagazmente banal, despreciable, repugnante, el espectáculo ha acudido al viejo star system, y cuenta con los hermosos actores que añadirán sus palmitos a esta historia carente de interés, por muy bien escrita o construida que esté. Lo cual hizo que, el día del estreno, fuera tan importante el espectáculo que se daba en el escenario, como el que se ofrecía en el vestíbulo, con toda la ortopedia madrileña, ante una nube de presuntos periodistas ávidos de conocer enredos de los famosos, conquistas, divorcios o amoríos, como en un remedo barato de la propia obra. Estomagante.
    Ellos, los del star system, son Amparo Larrañaga, que hace un estimable trabajo, como también Maribel Verdú, algo empequeñecida de presencia en el gran escenario del Albéniz. Frente a un Toni Cantó muy por debajo del nivel general, pobre de expresión, defectuoso de dicción, torpe de movimientos –cuánto daño hace la televisión a muchos de nuestros actores-, está Carmen Bernardos dando su lección de teatro-teatro, como Inge Martín y, en general, un excelente reparto de secundarios.
    Ernesto Caballero se ha servido de un decorado feísimo, una especie de paneles de metacrilato con piezas chapuceramente añadidas y de un vestuario que no pasa de lo corrientito. Y ha movido la obra con cierta habilidad -como se mueve una comedia-, sin encontrar apenas hallazgos notables o estéticas subyugantes, que es lo que el texto reclama, y como lo hemos visto en otras ocasiones. Las amistades peligrosas debe ser, también, un ejercicio de estilo estético, porque la época en la que se sitúa y la trama de refinado juego así lo pide. Este es un montaje que pasa de puntillas por todo ello, aunque es seguro que esos nombres que encabezan el reparto harán que la función sea un éxito, perpetuando así un sistema de producción y de trabajo que es el que, de alguna manera, impide el avance de nuestra escena.
Enrique Centeno

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