miércoles, 11 de enero de 2012

La mirada de Julia *

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Autora: Ginés Bayonas. 
Intérpretes: Juan Calot, Luisa Armenteros, 
Luis Felpeto, Eleazar Ortiz, Carmela Orenes, 
Concha Esteve, Encarna Breis, Javier Manzanera, 
Rafael Rojas. 
Escenografía y vestuario: José Luis Raimond. 
Dirección: Juanjo Granda.
Teatro: Círculo de Bellas Artes. (9.2.2000)
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Bostezando a Julia

Acaba de marchar del Círculo de Bellas Artes uno de los espectáculos más hermosos de la temporada, el Galileo, de Bertolt Brecht. Lo ha hecho poniendo el cartel a diario, y ha sido una prueba más de que el público tiene olfato, sabe lo que debe ver, dónde está la calidad, e incluso dónde se encuentra lo insólito. El fenómeno Galileo, creo yo, es altamente representativo sobre todo en este mes en el que, tradicionalmente, las taquillas experimentan una bajada indeseada.
Al mismo escenario de ese Galileo para la memoria, sube ahora una cosa que se llama La mirada de Julia. Resulta completamente inexplicable el porqué, y uno, viendo el espectáculo, se lo pregunta repetidas veces. Se trata de un texto que acomete, presuntamente, el tema de los enfermos terminales de sida, en un extraño hospital, o fundación, que el escenógrafo Raymond, que suele hacer excelentes trabajos, ha ambientado en una especie de vestíbulo de sala de multicines completamente incomprensible. Toda la función se mueve entre el disparate, la vulgaridad y la falta de imaginación, que llega al patio de butacas en cuya atmósfera se respira solamente el aroma de los bostezos. Tiene el texto la calidad literaria de un prospecto de aspirinas; la amenidad de las instrucciones de uso de un electrodoméstico; la tensión dramática de un parte meteorológico y la riqueza de personajes de una guía telefónica.
El pasmo que produce tanta mediocridad es, sencillamente, insólito, y se pregunta uno, para salir del sopor y de la vulgaridad que el texto destila;  qué criterio ha llevado a tantas gentes a montar semejante producto, y cuál ha sido el del Círculo de Bellas Artes la programación.
Hay un grupo de actores, también. Incluso está Juan Calot, que es excelente y que consigue huir en algunos momentos del naufragio diletante, espeso, insoportable de sus compañeros de escena. Lo dirige todo ello Juanjo Granda, tampoco sabemos por qué.
  Enrique Centeno

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