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Autor: William Shakespeare.
Autor: William Shakespeare.
Traducción y versión: María
Fernández.
Intérpretes: Pedro
Casablanc, Antonio Gil, Javivi Gil
Valle, Pablo Messiez, Pau Roca, Secun de la Rosa,
Alberto San Juan, Yolanda Vázquez, Ana Villa.
Valle, Pablo Messiez, Pau Roca, Secun de la Rosa,
Alberto San Juan, Yolanda Vázquez, Ana Villa.
Escenografía: Paco Azorín.
Vestuario: Ikerne Giménez.
Iluminación: Valentín
Álvarez.
Dirección: Will Keen.
Teatro: El Matadero.
(14.6.2012)
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Ha
hecho María Fernández Ache una
traducción y versión en blancos y preciosos versos –solo escasos añadidos- con
sensibilidad y exactitud; un agradecimiento: es lo mejor de esta obra. Y
escuchamos los textos en una coral de voces cálidas, pronunciadas y masticadas
en menú de lujo. Otra cosa será la creación de ciertos personajes.
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El Príncipe enloquecido
Viñeta, en el programa de mano |
Al admirado escenógrafo
Paco Azorín se le ha ocurrido –o se le ha propuesto- el puente del castillo, lugar
de la aparición espectral del asesinado
Rey y padre de Hamlet. Una construcción metálica de suelos de rejillas, que
ascenderá a otras dos alturas. Subidas y bajadas, carreras o escaladas por
peldaños que servirán para moverse al príncipe de Dinamarca. Bajo la estructura, el espacio
de grandes baldosas también de hierro (galvanizadas), será ocupado limpiamente por el salón real, el dormitorio o el cementerio.
Tanto metal parecería un escenario militar: el propio Azorín lo diseñó, de modo similar, en la tragedia Prometeo,
de Esquilo/Müller (CDN, Teatro Valle-Inclán, 2010). Las obras bélicas y de
batallas no son lo mismo que La tragedia
Histórica de Hamlet.
Todos los actores sueñan
–es natural- con representar al Rey Lear, a Segismundo o a Hamlet (varias
mujeres lo han hecho, como Blanca Portillo), y las actrices se enamoran de Lady
Macbeth, de la Laurencia de Fuenteovejuna, o de la también mítica Julieta. No
se ha reprimido el estupendo actor Alberto San Juan, bajo la dirección del
prestigioso actor Will Keen, que en sus visitas nos mostró otro Shakespeare (Macbeth).
Este Hamlet, en cuanto
aparece es un hombre nervioso, de movimiento en los diálogos. La reflexión
interna, sus aportaciones filosóficas, su cálculo para la justa venganza del
incesto de su madre, quien participó en la muerte del padre para que su amante
Claudio ocupara el trono. Yolanda Vázquez es una extraordinaria actriz, con
una riquísima creación que mezcla una extraña sensibilidad junto al crimen. Y de nuevo, vemos al estupendo
Pedro Casablanc, como asesino del Rey, ambicioso y astuto político. El vestuario es de hoy, y su mesa de
trabajo puede pertenecer a cualquier corrupción, cuya traslación se acepta muy
bien al respetarse el original.
La revuelta de Hamlet por
la libertad le transforma en una especie de sujeto extravagante, psicológicamente enloquecido (lo hemos visto
hasta convertido en un clown). Lo recrea el actor, logrando un cercano jeroglífico
del ser o no ser. A la enamorada Ofelia, ya con la razón
perdida tras la muerte de su degenerado padre
-el inteligente líder Polonio, a manos de Hamlet- se dirigirá con brutales
insultos; desdichada ambulante, perdida y triste víctima del amor, que en monólogos o canciones –con feísima música-, lo intenta hacer como puede Ana Villa.
Yolanda Vázquez y Pedro Casablanc, en un ensayo |
Los recuerdos sentimentales son aquí, más bien,
testimonios de Hamlet ante la calavera de aquel Yorick, surgido en el
cementerio de los irónicos y sarcásticos
enterradores –el comediante Shakespeare juega entre la existencia y la
ausencia- que crean genialmente Casablanc y Secun de la Rosa (casi todos los actores se duplican, se triplican o se multiplican en diferentes
personajes).
En la fortísima escena de
Hamlet con su madre, Gertrudis, en su dormitorio y junto a su lecho, es cuando Alberto San Juan consigue crear a Hamlet, con esa violencia agarrada en su interior.
No queda mal la definitiva
escena de la matanza. Veremos, dagas, espadas y venenos. El anunciado
enfrentamiento de esgrima, entre el Príncipe y Laertes, vástago de Polonio –ya
con el suicidio de su hermana Ofelia, lo hace perfectamente Pau Roca-, cuya esperada lucha se resuelve a base de vulgares congelaciones con efectos
de luz. No hay porqué pensar que los actores no estén preparados para la
esgrima.
Muchos y muchos errores se
perdonaron, y se aplaudió con calor la noche del estreno, admirando el enorme
esfuerzo de estas duras tres horas que deben agotar al protagonista.
Enrique Centeno
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