Intérpretes y autores: Santiago Molero, David Tenreiro,
Rulo Pardo.
(Compañía Sexpeare).
Dirección:
Yllana). Teatro: Alfil . (9.11.1999)
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Un mundo sin vaginas
El nombre de esta compañía, Sexpeare, hace alusión al objeto único de este espectáculo, el sexo. El sexo como obsesión, como objeto de culto, como motivación para matar; y no cualquier sexo, claro está, sino, precisamente, el de la naturaleza homosexual. Sus protagonistas son un enigmático Sadey, sabio y vicioso, y un torpe Rabon cuya mayor cualidad es la de ser medio tonto y poseer un hermoso rabo que le asoma por sus musculadas piernas. Lo que desean estos dos seres, es convertir el planeta en un mundo maravilloso y feliz que, naturalmente, no es otro que el imperio del sexo, con una nueva religión “de chupar, follar y morrear”, que es lo que, fundamentalmente, hacen los dos durante la representación. Transcurre toda ella en decorados de ficción-cómic, muy bien elaborados, y que juegan con imaginación en los diversos cuadros.
Estéticamente, todo lo
domina el nuevo tótem, el gran pene adorable que se ha convertido, incluso, en
inquietantes gárgolas a las que, por supuesto, se puede dar algún que otro
lametazo. Por esta escenografía transitará un tercer personaje, policía
frustrado, que se cuela como presunto colaborador, pero que terminará
provocando la tragedia final. Consiste ésta en un martirologio, en la imposibilidad
de lograr el sueño dorado de estar “ahí abajo, donde todo es más barato”
durante la mayor parte del tiempo, hasta el agotamiento o el escocimiento. De
modo, que todo se convierte en la pérdida de lograr una utopía, frente a la brutalidad
del heterosexual, un verdadero desalmado.
La representación se
llena de guiños, y sus actores conocen las formas y los estilos típicos de los
grupos gay; o de su mundo, si ellos
lo prefieren. La obra para quienes “entienden”, porque desde el escenario se
ofrece una verdadera antología de tonos, andares, gestos, palabras y miradas para ellos. Podría ser una
obra para cabaret, pero bajo la superficialidad estética y verbal, se esconde
una lectura y un mensaje consciente y perfectamente madurado, el de la rebelión
homosexual y el desprecio hacia cualquier otra opción.
Este auto de fe, a
quienes le condenan, o al menos
desprecian a todo el que sea diferente a ellos, y procurará el placer y
la diversión en las noches del teatro Alfil, a un público probablemente muy
determinado, que estará volando, desde el barrio de Chueca hasta la calle del
Pez, para escuchar sus himnos y saludos desde la escena. Se encontrarán, además,
con el imperio del pene, con un espectáculo muy bien hecho, interpretado formidablemente
llenos de recursos, de sabiduría teatral, de indudable preparación. Nada en
este ¡Hipo! se ha dejado a la improvisación. La compañía
Yllana, titular del Alfil, es quien los ha dirigido y conseguido, y todo el espectáculo
posee un sello de calidad.
Enrique Centeno
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