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Autor: Enrique Jardiel Poncela.
Intérpretes: Juan Carlos Naya, Ana María Vidal,
Ramiro Oliveros, Antonio Medina, Abigail Tomey,
Licia Calderón, Paloma Paso Jardiel, Pepe Carabias, etc. Escenografía: Carlos Abad.
Dirección: Mara Recatero.
Teatro: Español. (25.10.91)
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Cien años de Jardial

Para bien, o para mal, la polémica entre jardielistas y críticos que le acusan de su vaciedad. Se encuentra ya superada. Se sabe que el ingenioso autor huyó premeditadamente de todo compromiso en una España azotada por la posguerra que, precisaba, fue arraigando un necesario teatro realista. Tanto en el humor irónico de Mihura –su obra genial Tres sombreros de copa la estrenó, precisamente, Pérez Puig-, o en el dramatismo de Buero Vallejo -Historia de una escalera se estrenó en este teatro Español-. Se sabe también que huyó del astracán o de la comedia de salón, no solo escapándose del mamporrismo, y fatuidad. De modo que, sin caer en el disparate de creerle “precursor del teatro del absurdo”, precisamente por la primera de las características mencionadas, lo que hoy queda es su humor, su enorme sabiduría constructiva, su imaginación y esa ruptura con cualquier molde anterior que después no ha podido ser imitado, aunque su influencia haya sido permanente. No es poco, y seguramente es hora, a los cien años de su nacimiento, de reconocer, por unos y por otros, su indudable talento de comediógrafo.

En todo caso, y puesto que Jardiel, tan merecido de la conmemoración, lo que se espera es, al menos, un buen montaje. Y lo ha hecho el Español. ha dirigido muy bien Mara Recatero, sirviéndose de la escenografía espléndida de Carlos Abad –no debió ella diseñar los figurines, todo hay que decirlo- y dirigiendo la compleja trama con inteligencia, ampliando acciones, dando todo el sentido a los ingeniosos diálogos –cortados por aquí y por allá, eso que se dice “peinar” el texto, lo cual no importa, porque Jardiel era prolijo, lo contaba todo demasiado -tal vez para que, según él decía en su manía persecutoria, lo pudieran entender los críticos-, y logrando, en fin, una representación sólida, brillante.

Enrique Centeno
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