miércoles, 10 de agosto de 2011

Entiéndeme tú a mí ***

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Autor: Eloy Arenas.

Intérpretes: Eloy Arenas, Jorge Roelas,
Música: Mariano Martín. Guayar (piano).
Escenografía: José Ramón Gallardo.
Dirección: Andrés Lima. Lugar: Teatro Lara. (11.2000)
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Ese humor que queremos



Nunca habíamos visto a Eloy Arenas, sobre un escenario, y mucho menos como autor teatral. Prejuicios nos impidieron acudir en su momento a presenciar esta interesante obra, esperando ver chistecillos, gracietas de cómico, y esas cosas. Nada de eso: se trata de cinco pequeñas piezas de humor crítico, corrosivo y responsable, cuyo denominador común sería la dificultad de mirarnos, el absurdo de las situaciones más o menos cotidianas, el despiporre sobre el mundo que nos rodea. Eloy Arenas es, en esta ocasión, algo más que un cómico, y sabe construir muy bien una serie de personajes esperpénticos que él mismo ha escrito con talento; y cuenta con un excelente actor que, en todo momento está a su altura: Jorge Roelas, cómplice y protagonista de las diversas escenas.
    El título, Entiéndeme tú a mí, resume, en parte, el contenido conjunto de los diversos números: un ordenador humano y sus relaciones con su propietario, es el arranque de la función, en la que ya queda marcada la línea del espectáculo en la que ambos personajes deberán, irremediablemente, conseguir la convivencia. Después, un marido acomodado tendrá que entender por qué su mujer le engaña con el vendedor que trabaja en un semáforo; o un desdichado moroso relacionarse con el Hombre del frac que le asedia. Hay una esposa que se va transformando en hombre para que su marido la quiera tanto como a sus amigotes Y así sucesivamente para mostrarnos la incomunicación, sus remedios y el desprecio hacia cualquier actitud de intolerancia. El cuadro final, entre dos amigos, uno de los cuales ha quedado ciego en un accidente, y el otro incapacitado de los brazos. Es una antología del disparate, del surrealismo y, al mismo tiempo, el colofón de ese latido solidario que respira todo el espectáculo.
    Lo hacen muy bien los dos intérpretes: se nota que se entienden, que saben a dónde quieren ir a parar. También es clara la presencia del director, Andrés Lima, que ha sabido organizar el espectáculo con talento, cuidando ritmos y pausas, midiendo las transiciones y ayudando a que los dos intérpretes no sean transmisores de gracias sino que vayan creando, en cada momento, sus propios personajes. Se consigue todo ello y el resultado es un espectáculo de ese humor que queremos y que, por desgracia, pocas veces nos ofrecen los llamados humoristas.
Enrique Centeno


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