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Autor: Arthur Miller.
Intérpretes:Sacristán,María Jesús Valdés,Alberto Maneiro,
José Vicente Moirón, Francesc Galcerán, Silvia Espigado, José Carde, Zorión Eguileor, Romà Sánchez, Javier Gamazo.
Vestuario: Rafael Garrigós.
Escenografía: Oscar Tusquets.
Dirección: Juan Carlos Pérez de la Fuente.
Teatro: La Latina. (18.4.2001)
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El éxito o la muerte
on pocos días de diferencia, el Centro Dramático Nacional presenta –en otro teatro prestado, puesto que en este momento se encuentra sin sede-, tras El cementerio de automóviles, otra reposición de uno de los grandes títulos del teatro contemporáneo. Como en el anterior caso, La muerte de un viajante se mueve alrededor de unos conflictos, tan universales, que continúa respirando vitalidad, y su tragedia nos llega como cualquiera otra de las grandes del clasicismo.
Puede que hoy, incluso, se entienda mejor, porque en 1949 la sociedad española vivía el ambiente de Historia de una escalera (del mismo año), es decir, el hambre, la represión y la desesperanza, más que ese mundo, donde una familia pasa apuros, pero que posee nevera y coche. No sé si el espectador de entonces era capaz de implicarse en aquel desastre del “sueño americano” mientras vivía una larga posguerra. Hoy, sin duda le es más fácil.

Loman está entre nosotros, lo conocemos. Como también a su esposa, en paciente espera, callada y disimulando que conoce la frustración y la mentira del marido, repitiendo que “todo se va a arreglar” e ignorando que el hombrecillo pide cada semana dinero prestado a un amigo para no perder su imagen y el buscado prestigio. Y que se asombra del “triunfo” de su hermano, que se ha hecho rápidamente rico en extraños negocios africanos. A Loman le despedirán de la empresa tras toda una vida en ella, porque su rendimiento ya no es suficiente: también suena a algo de hoy mismo. Como el destino de sus dos hijos, uno decidido a conseguir lo que su padre no pudo, y el otro más cercano a su triunfante tío.

Enrique Centeno
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