Autor: Louis Aragon.
Intérpretes: Jean-Louis Trintignant
Daniel Mille, acordeón.
Dirección: Antoine Bourseiller.
Teatro: La Abadía. (23.10.2000)
(Festival de Otoño).
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Recuerdos de una vida

Es sin duda distante para nuestra cultura, entonces alejada de los “ismos” europeos, especialmente franceses (allí, Picasso, Dalí, el propio Lorca, bebieron o se exiliaron a París para compartir el surrealismo de Breton o de Aragon); incluso de los acontecimientos europeos que marcaron la historia con una guerra mundial, una legendaria Resistencia, unas contradicciones entre distintas actitudes ante los grandes ideólogos –Trotsky, Stalin- de la esperanza comunista. Y en medio de ellos, los poetas: Maiakowski, Sartre, Breton y el muy activo Aragon. Son fenómenos que España no vivió, y por eso este espectáculo resulta extraño y, a mismo tiempo, aleccionador.
Se trata de un Louis Aragon (1897-1982) crepuscular, que rememora una vida entera, con un tono sentimental, ahuyentado de su afiliación al surrealismo, a su militancia comunista, a todo lo que, en fin, creyó en cada momento. Reflexión de un viejo, meditación y recuerdos de un hombre que se despide y deja casi un testamento donde manifiesta sus sueños, su vida, y que ha aprendido a no gritar, o cuya mayor invocación es al dios de los infiernos. Por encima, o por debajo, están sus recuerdos biográficos, su llorada Elsa, su viaje desconcertante en una larga existencia que pasó por innumerables contradicciones estéticas e ideológicas.
El texto, plagado de nostalgias, posee la hermosura del poeta, la serenidad del ensayista, la lucidez de la política. Ternura sentimental a la que acompaña el lloro de un acordeón que ilustra, apoya, pero también sale a primer plano para cobrar el merecido protagonismo en las manos de DanieL Mille. El aplomo y la cadencia de Trintignant, recia voz para un relato de la memoria, sólo ante una mesa y un micrófono, recibía así el perfecto contrapunto y el diálogo emocionante. Se levantó al final el público de sus asientos para despedir a este enorme actor, cuya presencia viva en los escenarios parece que quiere ya mantener de forma permanente.
Enrique Centeno
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