viernes, 16 de septiembre de 2011

Besos ***

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Autores: Carles Alberola y Roberto García.
Intérpretes: Noelia Pérez, Carles Alberola, Verónica Andrés,
Carme Juan, Alfred Picó. Coreografía: Rosa Ribes.
Dirección: Carles Alfaro.
Teatro: Príncipe Gran Vía. (18.1.2001)
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El humor de nuestros días

En muy pocos años, la joven compañía valenciana Alberola está encontrando un espacio peculiar, ése que reclama también un nuevo público que, sensible a nuevas tendencias del humor escénico, va acudiendo a nuestras salas. El estreno de estos Besos se produjo el mismo día que Los caciques, de Arniches. Asistió el crítico a ambas representaciones, y pudo entonces constatar la diferencia que hay entre un clásico y un autor pegado a su inmediata realidad. Esta función de Besos es seguro que no pasará a la posteridad, pero, a diferencia del título anteriormente mencionado, pertenece a nuestro imaginario, a nuestra propia realidad; y su parodia y socarronería está pegada al propio día a día. Yo creo que eso es lo que hay que pedirle al teatro, entre otras cosas.
    Besos presenta una serie de escenas sueltas en las que cuatro intérpretes, en clave minimalista, hacen un repaso por la soledad cotidiana; el sexo, el amor, el matrimonio, el engaño, el ridículo individual, lo absurdo de cada día, destrozando tabúes y dando a todo ello un tratamiento inteligente e hilarante.
    El procedimiento de la compañía –hace un par de años nos sorprendió ya con Mandíbula afilada- parte, en esta ocasión, de un curioso procedimiento: recordar versos de canciones muy conocidas, casi todas ellas de la cultura de la caspa, para introducirlas, de un modo natural, en los diálogos o, en ocasiones, cantar íntegramente algunas de sus estrofas. El resultado, desde Las flechas del amor, Hartos de rotar como una noria; vivir Escándalo, es un escándalo; o reafirmar que Los chicos con las chicas tienen que estar; o preguntar Quién es él, por ejemplo, produce una permanente carcajada ante una habilidad incansable sobre citas, y más citas, que despiertan la memoria.
    No vaya a pensarse que todo ello es un mero ejercicio de habilidad: por el contrario, todo ello se introduce en situaciones y diálogos inteligentes, muy veraces y reconocibles. Las canciones, las coreografías de bailes paródicos –anda por ahí un estilo que recuerda a la compañía La Cubana-, la limpieza y un cierto aire kitch consi-guen una permanente complicidad con el público. Más aún, porque sus cuatro intérpretes buscan y encuentran ese guiño, todos ellos perfectos, comunicati-vos, frescos. El espectáculo suministra, por todo ello, una hora y media de ver-dadero placer.

Enrique Centeno

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