domingo, 4 de septiembre de 2011

Danza de ausencia **


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Autor, director y espacio escénico: Jesús Campos.
Intérpretes: Claudia Gravi, Teresa Vallejo, José Lifante,
Mario Vedoya, Sylvia Peleija, Maite Brik, Goyo Pastor.
Lugar: Museo del Ferrocarril. (30.10.2000)
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Monólogos con la muerte al fondo

Tres monólogos, tres danzas alrededor de la muerte, eran el material original con el que Jesús Campos obtuvo el Premio Castilla-La Mancha allá en 1991. No tiene nada de particular que no se haya estrenado hasta ahora, porque Campos, que es también director y decorador, no permite que nadie monte sus textos excepto él mismo. Ha conseguido hacerlo ahora añadiendo al original premiado, otras dos danzas que, como las premiadas, son monólogos sobre el mismo tema.
    La razón por la que Campos prefiere poner en escena sus propios textos, es que piensa que estos deben crecer y ser reinterpretados por él mismo, y en este espectáculo tal idea queda clara, porque no respeta sus propias acotaciones, ni las sugerencias para el escenógrafo o el figurinista, que en su día escribió (la obra está publicada por la Junta de Comunidades, 1992). Es creador de mucho riesgo, y aún se recuerda su paso por el Festival de Otoño el año pasado con una apuesta singular, A ciegas. En esta ocasión, ha creado cuatro espacios diferentes, muy contrastados, sorprendentes en su plasticidad, su iconografía sugerente, e incluso en la diferente disposición del público en cada una de ellas –situadas en diferentes lugares, como un teatro itinerante-, y las atmósferas con las que sorprende al espectador. Como cortina permanente, la danza de la muerte, el mito de la parca conduciéndolo todo para terminar, entre guadañas, tambores, en un desfile de la Santa Compaña.
Fotos de Daniel Alonso 

    Es una función fuerte, tanto en su aspecto formal –se trata de duros monólogos- como en su contenido, como se comprenderá. Lo era especialmente la noche del estreno, en la que la muerte real estaba presente en el ánimo de los espectadores madrileños, horrorizados por el crimen. Con la excepción de una de las danzas, la de los veraneantes, se trata de textos trágicos, con la muerte anunciada en las primeras imágenes. Muy literarios, también, porque Campos posee una escritura de calidad. Y hay que decirlos muy bien, de modo que se ha hecho un estupendo reparto, con algunos momentos verdaderamente magistrales, como el monólogo de Claudia Gravi o, el último de Maite Brik, el colofón dignísimo, de esta tragedia de la que sale uno con el cuerpo algo alterado, como si terminara de leer las Coplas de Jorge Manrique. Es sin duda lo que su autor pretende.
Enrique Centeno


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