sábado, 23 de junio de 2012

Amadeus ****

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Autor: Peter Shaffer.
Versión de Ángel Alonso.
Intérpretes: José Sacristán, Roger Pera, Carmen del Valle, etc. 
Dirección musical: Miguel Ortega. 
Escenografía: Quico Estivill. 
Vestuario: María Araujo.
Iluminación: Kiko Planas 
Dirección: Ángel Alonso. 
Teatro: Nuevo Apolo. (29.2.2000)
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Mozart contra el poder

Esta es la historia de una patraña, de una imaginación, de un juego dramático que Peter Shaffer ideó hace más de dos décadas y que, curiosamente, es más conocida que la propia verdad, gracias a su valor teatral, y sobre todo a la versión cinematográfica de este Amadeus.
Se trata, como es sabido, de la confrontación del genio de Mozart con la supuesta mediocridad de Antonio Salieri –que, por otra parte, no fue tal- en la Viena del siglo XVIII, en la que el italiano era dueño y señor músico oficial de la corte del Emperador de Austria, y todopoderoso intrigante, según imagina Shaffer.
    Se critica, a menudo, la mentira del escritor británico, su invención, su fantasía sobre una rivalidad que él lleva a unos límites no atestiguados. Pero el reproche pierde de vista que todo ello no es sino una metáfora que en la pieza teatral, como suele ocurrir, siempre llega más al intelecto que en la producción cinematográfica, cuyo poder de seducción, y no de reflexión, induce a quedarse con la malformación o la manipulación histórica. La puesta en escena de este Amadeus, que acaba de estrenarse, es un ejemplo del poder de la escena para invitar a la reflexión mucho más allá de la anécdota, de la historia misma, que Shaffer ha utilizado, a su antojo, para hacernos llegar algo mucho más importante que lo que podemos encontrar en las biografías de los fascículos coleccionables. Y si la patraña sirve para el análisis, bienvenida sea.
Salieri cuenta su vida pasada antes de degollarse con un cuchillo. Lo hace en tiempo real, dos horas –en una madrugada- en la que rememora su relación con Mozart, ese eterno adolescente prodigio que revolucionó la música del XVIII, con una incontienente producción que a Salieri le causaba un pasmo y una admiración infinita. Mozart fue el perdedor de aquellos años, y terminó su vida en la absoluta miseria, enterrado en una fosa común y olvidado; Salieri, en cambio, galardonado, condecorado y homenajeado permanentemente.  Envidió a Mozart hasta el infinito, y el dramaturgo de Amadeus imagina que incluso estaba convencido de que era la mismísima reencarnación de Dios, y por eso mismo se hace enemigo de un  Todopoderoso enviado a la música, al que venera y odia; al que persigue hasta buscar su ruina y su destrucción.
En realidad no se trata sólo de un conflicto de personalidades, que lo es: es un tiempo que llega, el de la Ilustración, y otro anterior y conservador que se termina. Es, también, la dificultad de dar paso a los nuevos creadores, el asentamiento en el poder –Salieri- y la imposibilidad de una cierta extravagancia o genialidad –Mozart- ante el encorsetado mundo de la burguesía y de la nobleza que se resisten a agonizar. Son estas las cosas que la película no dejaba ver, y que en la obra teatral, como decíamos, aparecen como metáfora viva, por mucho que se objete a la mentira histórica en la que se basa la historia.
    Claro que esta propuesta de Shaffer solo pueden hacerse ante un espectáculo bien hecho. Lo ha dirigido formidablemente Ángel Alonso, con una escenografía limpia, hermosa, como lo es también el vestuario, cuidando muchísimo luces, ritmos, ámbitos escénicos que crean cada clímax y cada acción dramática. Hay un numeroso elenco de cantantes excelentes que, a medida que el protagonista –Salieri- va haciendo sus evocaciones, nos regalan fragmentos de algunas de las delicias de Mozart. Sus protagonistas son tres actores excepcionales: Roger Pera, riquísimo de cuerpo y de voz, vivo en su Amadeus Mozart; Carmen del Valle, su esposa perdedora, alocada y entrañable; José Sacristán, en un Salieri de registros ricos, tanto en los momentos de su ancianidad como en los que recuerda los viejos tiempos, que son los que sustentan la trama argumental. La música ha sido grabada por la Orquesta Filarmónica de la Ciudad de Praga: suena bien e incluso, en algunos momentos, Mozart por sí mismo –sin patrañas ni historias- llega a emocionar con sus composiciones.
Enrique Centeno  

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